En 1999, dos psicólogos idearon el experimento del gorila invisible. Grabaron a dos equipos de jóvenes mientras se pasaban un balón. Después pidieron a un grupo de personas que visionaran la grabación y que contaran los pases. Más de la mitad no se percató de que una persona disfrazada de gorila aparecía por un lado, caminaba hasta pararse en el centro, se daba unos golpes en el pecho y desaparecía por el otro extremo… No vemos la realidad, aunque la tengamos ante nuestros propios ojos.
Anhelábamos máquinas públicas que nos sustituyeran en las tareas sucias, aburridas o peligrosas. Para cuando nos hemos dado cuenta, una inteligencia artificial privatizada decide en juzgados, hospitales y ministerios.
En el Algoritmo Paternalista, Ujue Agudo y Karlos G. Liberal rastrean el mito del progreso tecnológico en las profundidades de la historia y recorren a vista de pájaro los límites de la inteligencia humana (sesgos, heurística). A continuación, se detienen en los goznes de la comunicación manipuladora, hoy insertos en una matrix que, afirman, está crecientemente bajo control de máquinas antidemocráticas.
El capitalismo ha decidido que las imperfecciones del ser humano son un obstáculo para su civilización, pero no que la riqueza deba repartirse mejor. Por eso, el algoritmo aumenta los flujos del capital pero no las rentas del trabajo. Urge cambiar el sentido de la historia, pero primero hay que entender qué está pasando.
Este libro lo explica a partir del colapso de la izquierda. Aquella que creyó que la caída del ecosistema soviético en 1991 iba a devenir en una democracia liberal planetaria que, con sus más y sus menos, garantizaría un progreso apacible de la humanidad.
Sin embargo, a lo largo de las tres últimas décadas, los poderes realmente existentes han gangrenado la libertad y la democracia. Han empequeñecido el reparto de la riqueza y, para conseguirlo, ha resultado imprescindible la colaboración de amplios sectores de las élites políticas e intelectuales progresistas, que han transformado sus esperanzas frustradas en un profundo resentimiento contra todo lo que las hubo alimentado.
Para esa izquierda, la clase obrera conforma un populacho superado por la modernidad y la tecnología, incapaz de desprenderse de privilegios arcaicos y cuya nostalgia la asimila a la extrema derecha identitaria y racista. Al mismo tiempo, es la izquierda que defiende un Estado de seguridad que supuestamente protege a la población de las amenazas acechantes pero que, por el contrario, no para de reforzar el miedo, el odio y la persecución de chivos expiatorios. En definitiva, la izquierda que ha arrinconado la lucha de clases y que apuesta por un Estado de seguridad, va a amalgamarse con el racismo distinguido de los hombres poderosos y con el racismo vulgar de las clases subalternas alienadas.
Entonces, ante esta contrarrevolución en marcha, ¿qué hacer? Rancière tiene unas cuantas propuestas.
Sin pretender ser una guía exhaustiva, dada la moderada extensión de la obra y los numerosos vínculos y estratos de los escritos de Campanella, la intención es que esta traducción sirva para acceder tanto al texto como, gracias al mismo, a una primera visión de conjunto del autor y de sus planteamientos.