Las protagonistas de este relato son mujeres que decidieron afrontar la sublevación del 17 de julio de 1936 mediante la lucha armada. Su participación como combatientes en el bando republicano supuso un punto de inflexión para la historia de las mujeres españolas, pero a medida que la guerra avanzó, gran parte de ellas fueron relegadas a trabajos auxiliares o a la retaguardia, hasta el punto de verse gravemente desprestigiadas. Con el final de la contienda, muchas de ellas abandonaron España para no regresar, otras fueron duramente represaliadas. Finalmente, la historia las olvidó. ¿Pero quienes fueron estas milicianas? ¿Dónde lucharon? ¿Cómo y porque fueron retiradas del frente? ¿Qué fue de sus vidas después de la guerra? La investigación para reconstruir sus biografías y recuperar su memoria, es el hilo conductor para explicar uno de los acontecimientos históricos más convulsos del siglo xx español desde una perspectiva de género.
Publicado por primera vez en forma de libro en 1823, Ensayos de Elia ha terminado por convertirse en una de las expresiones literarias más logradas del pensamiento romántico inglés. Pese a que su segundo volumen, Los últimos ensayos de Elia, no vería la luz hasta diez años más tarde, las primeras piezas de la colección comenzaron a aparecer en The London Magazine en 1820 y continuaron publicándose periódicamente hasta 1826. El tono personal y coloquial de sus textos hizo que Lamb se granjease una enorme popularidad entre los lectores. Al igual que sus cartas, estos ensayos, implícitamente nostálgicos y melancólicos, dan cuenta de una personalidad literaria rebosante de ironía, ingenio y humanidad, y hacen suya la mítica afirmación de Montaigne según la cual Lamb mismo (oculto tras la máscara de Elia, aquí) vendría a ser la materia de su libro.
Dos años después del inicio de la pandemia, ya no hay ninguna duda sobre el fracaso de la gestión de la covid-19: medidas ineficaces, dañinas, autoritarias y sin justificación científica, basadas más en razones políticas que sanitarias, con maniobras represivas y mediáticas que han producido sumisión e infantilización en la población, desarticulando la sociedad, dividiendo y polarizando, potenciando el individualismo y la obediencia ciega. El mundo sale de estos dos años con graves secuelas, con cicatrices que muy difícilmente desaparecerán.
Es necesario poner fin al discurso de un virus amenazante que nos acecha a todos en cualquier lugar, listo para llevarse la vida de miles de personas de toda edad y condición: esa no es la realidad, ni lo ha sido nunca. Esa percepción aterradora ―amenaza omnipresente e indiscriminada―, producto de la propaganda, es el principal combustible que ha alimentado la pandemia. Es imprescindible acabar con esta sensación apocalíptica completamente injustificada.
En ningún momento se ha llevado a cabo un balance de las medidas adoptadas: ni en su incidencia en la reducción de contagios y decesos por covid, ni sobre las consecuencias en relación a otras enfermedades, la vida social, la salud psicológica, la educación, el empleo o la economía. La razón de esta falta de evaluación oficial es evidente: se trata de un balance impresentable.