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MATERIA QUE RESPIRA LUZ

La teoría cuántica es la teoría más fascinante que haya concebido la imaginación humana. Se apoya en cuatro principios: la complementariedad (que exige incorporar la intención del investigador al experimento); la incertidumbre (que establece un límite al hecho mismo de observar); la espontaneidad (que niega que la materia sea inerte o mecánica, y la muestra activa y respirando luz); y el entrelazamiento (que obliga a reconocer que todo está relacionado con todo, como decían Parménides o Plotino). La filosofía entra en la propia teoría y los principios de libertad y reciprocidad espantan los fantasmas cartesianos del universo máquina. La intencionalidad del investigador se cuela en el experimento y la materia rehusa ser objetiva, reclamando su condición de sujeto. La formulación de la teoría cuántica se debe a un conjunto de físicos geniales, capitaneados por Niels Böhr y sus dos escuderos: Heisenberg y Pauli. Tuvo, además, dos grandes enemigos, tan geniales como los anteriores, Einstein y Schrödinger, que paradójicamente contribuyeron a establecerla. Lo que muestra esta elegante teoría es que todo experimento acaba por convertirse en experiencia. El universo es el conjunto de todas las experiencias. La experiencia del materialista y la del idealista, la del creyente y el ateo, la del ave, el insecto, la planta o el mineral, son todas ellas reales. No en función de su contenido, sino por el hecho mismo de ser experiencias. La elección de una experiencia u otra es condicionada. La libertad no puede entenderse sin la necesidad. Esa es la revolución, filosófica, que plantea la nueva física. Un desafío en toda regla a nuestro modo de entender la realidad.
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CONTRA LA ACTUALIDAD

«Si no queremos ser tratados como robots lo mejor es que dejemos de comportarnos como robots», nos dice Albert Lladó. La mecanización de nuestro presente afecta a la burocratización de la vida y provoca profundos cambios cognitivos, aún difíciles de vislumbrar. Pero ni la tecnofobia ni el catastrofismo nos van a ayudar a experimentar el asombro y el deseo. A través del arte de la pregunta, origen de la filosofía, la narrativa o el teatro, Lladó nos anima a desvelar el mundo más allá de los simulacros de última hora. Si ante la actualidad sólo reaccionamos desde la indiferencia o la resignación, renunciamos a nuestro presente, siempre actualizable, siempre vivo, siempre problemático. «La realidad no necesita realismo», advierte el autor. Atender lo que tienen de potencia los hechos, los gestos y las palabras es tomar consciencia de que nuestro mundo se constituye a través de un juego de relaciones, de vínculos abiertos, y de que, con nuestra capacidad de escuchar el silencio y sus sombras, podemos participar de eso a lo que llamamos presente.
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EL SENTIDO DE LA LIBERTAD

¿Qué significa ser libre? ¿Podemos siquiera demostrar que lo somos? Y si lo fuéramos, ¿por qué deberíamos subordinar nuestra libertad a una norma ética? Si el universo no manifiesta interés alguno en nosotros, ¿por qué debemos actuar moralmente? Practiquemos o no el bien, la naturaleza seguirá su curso y continuará ciega ante los esfuerzos éticos de la humanidad. Por mucho que nos afanemos en escuchar su voz, su lenguaje resultará siempre ininteligible para nuestras aspiraciones, pues se basa en leyes matemáticas impersonales, fijadas en los inicios del universo y ajenas a cualquier preocupación por nuestra suerte y por el valor de nuestras acciones. En este libro, Blanco intenta responder a estas inquietudes. La libertad emerge como la capacidad de crearnos a nosotros mismos, de construir, de legar algo al mañana y de ampliar los horizontes y las posibilidades de nuestra reflexión.
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