Una reflexión filosófica sobre dos artes en peligro de extinción.
La caza y la tauromaquia nunca habían estado tan amenazadas en España como en nuestros días. La nueva sensibilidad animalista, incapaz de entender ni tolerar cualquier actividad que implique la muerte de un animal, ha puesto en la diana de sus ataques estas dos tradiciones de arraigo milenario, y algunas administraciones ya han prohibido o estudian prohibir las corridas de toros. La nueva legislación, aduciendo una protección del bienestar animal, también ha comenzado a perseguir las actividades cinegéticas y el circo.
Una gran parte de los artistas visuales que desarrollan su trabajo en la actualidad viven en condiciones precarias y con muy pocos incentivos para su trabajo. Esa es una realidad conocida en el sector, y que se corresponde sociológicamente con el rol de marginalidad proverbial que ha caracterizado a lo largo del tiempo la escena del arte. Pero los artistas son testigos de nuestro mundo y ejercen su papel como peculiares activistas culturales. Aportan radiografías plurales, emblemas de una sociedad en cambio, expresan pautas de vida, generan huellas proyectadas hacia el futuro, atisban “lo nuevo”: son los creadores del patrimonio contemporáneo. El arte es un espacio de interrogantes donde afloran respuestas provocadoras a preguntas inquietas. El artista realiza su trabajo interpretando el mensaje de una difusa voluntad colectiva. Aspira a esa empatía y comunicación real: transmitir sentimientos y emociones propias para compartirlas. Pone sus ojos, su mirada, su corazón y sensibilidad al servicio de la sociedad: a la búsqueda de un latido común. El auténtico artista aporta oxígeno para respirar mejor.
Siddhartha Gautama, conocido como el despierto (Buda), fue un asceta y maestro que vivió en el sur de Asia durante el siglo VI. Según la tradición, nació en Lumbinı (hoy Nepal), hijo de un rey de la dinastía Sakya. Renunció a la vida principesca para convertirse en mendigo. Recorrió los bosques y las montañas buscando una intuición que le permitiera acceder a la naturaleza de lo real. Tras unos años de mendicidad, ascetismo y meditación, alcanzó su propósito bajo un árbol de Bodh Gaya. A partir de ese momento enseñó lo que había aprendido, primero en Benarés y después en los llanos que baña el río Ganges.
Escrita con sensibilidad y un conocimiento profundo de las fuentes, Juan Arnau nos ofrece una versión de la vida de Buda basada en textos sánscritos como el Buddhacarita, Lalitavistara y Mahavastu. Una narración fluida, de deliciosa lectura, donde se cuentan con singular belleza los episodios más significativos de la vida y enseñanzas del maestro. No es mérito menor de esta versión, impregnada de espiritualidad y lirismo, haber sabido conservar la fuerza y la sencillez de las antiguas narraciones. Completan el volumen un breve estudio de las fuentes y un glosario que ayudarán al lector a aclarar cualquier término desconocido y a transitar por los diferentes niveles de lectura de una biografía que ya es patrimonio de la Humanidad.