Este libro da cuenta de esa revolución o de esas revolucionesw. Es la biografía canónica y de absoluta referencia de Thoreau, en la que se relatan los viajes interiores y exteriores de un hombre que ha marcado la historia universal.
Las conversaciones incluidas en este volumen, que hasta la fecha permanecían inéditas en nuestra lengua, representan en cierta medida la última gran entrevista concedida por Isaiah Berlin, uno de los pensadores liberales más destacados del siglo XX. En diálogo con Steven Lukes, el autor repasa su trayectoria vital e intelectual y aborda cuestiones de plena actualidad, como el auge de los enemigos de la sociedad plural, la crisis de la socialdemocracia y el futuro de una izquierda comprometida con un proyecto común basado en los valores de la Ilustración y el liberalismo.
Los más recientes acontecimientos internacionales el desarrollo de la guerra de Irak, las crecientes turbulencias de la guerra de Afganistán, la eclosión de la guerra del Líbano y el drama permanente de Kosovo no hacen sino confirmar las tesis principales sostenidas en este libro. Se ha confirmado, en primer lugar, la tesis de que sólo las guerras perdidas son consideradas crímenes internacionales, mientras que las guerras ganadas, aunque se trate de guerras de agresión que comportan una clara violación del derecho internacional, no están sometidas a reglas y los vencedores no sufren ninguna sanción política o jurídica. En segundo lugar, parece también confirmada la idea, que da título al libro, según la cual la justicia internacional incluida la justicia penal internacional sigue la voluntad y sirve a los intereses de las grandes potencias, que son tales sobre todo gracias a su enorme superioridad militar. A ello se une la impotencia normativa y reguladora de las Naciones Unidas, relegadas a desempeñar una función legitimadora, acomodaticia y apologética del statu quo impuesto por las grandes potencias. Existe, por tanto, una «justicia de los vencedores», que se aplica a los derrotados y oprimidos, con la connivencia de las instituciones internacionales, el silencio de gran parte de los juristas académicos y la complicidad de los medios de comunicación.