Pese a que muchos así lo consideremos, no es lo mismo emoción que sentimientos. Las emociones son vivencias con rostro (miedo, ira, alegría, tristeza, asco, y sorpresa) y las podemos distinguir físicamente. No se aprenden, forma parte de nuestra herencia biológica y son reconocibles por cualquier persona en cualquier parte del mundo. Un ciego de nacimiento nunca ha visto una expresión de miedo o alegría, pero la expresará de una forma común a todos nosotros. Cuando esas emociones básicas se mezclan, se tramitan en el cerebro, se convierten en sentimientos (amor, fe, orgullo, culpa?). Éstos son menos intensos que las emociones, pero mucho más duraderos.
Caballero entre los caballeros, poeta entre los poetas, donjuán entre los donjuanes, tahúr entre los tahúres de burdel. Tan exquisito como insidioso en la palabra. Tan arriesgado como apasionado en los dormitorios ajenos. Tan hábil como excesivo con los naipes. Tan gallardo montando a caballo como implacable alanceando toros, hasta el punto de que inventaron para él, según dicen, la expresión de «picar demasiado alto». Don Juan de Tassis, conde de Villamediana, escribió su propia leyenda en el Siglo de Oro: la de un caballero español cuya fama, de Flandes a Roma y de Nápoles a París, traspasó todas las fronteras.
Al escribir sobre el poder y la Iglesia hay que pensar no sólo en el que ejerce esta en la sociedad, cada vez más menguante, sino en las fuerzas de poder dentro de la propia Iglesia, teniendo en cuenta que va más allá del poder institucional. Este libro aborda las dinámicas de poder de la historia reciente de la Iglesia en España y en qué medida han influido en la marcha de su historia y de la sociedad, especialmente desde la Transición hasta nuestros días. En esta narración hay un protagonista destacado: las interesantes y desconocidas 'redes de amistad' o 'cordadas episcopales'.
Serrano Oceja nos descubre los diversos centros de los que han emanado la toma de decisiones y qué consecuencias ha generado para la Iglesia y el conjunto de la sociedad española.
Transcurridos más de cincuenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, es hora de realizar una interpretación serena, alejada de las batallas políticas o religiosas, de ese acontecimiento determinante para la vida de la Iglesia y para su presencia en la sociedad, poniendo sobre la mesa cuáles han sido los protagonistas principales, las tendencias que se enfrentaron dentro de la Iglesia así como las incógnitas sin resolver.