Antonio Sáez Delgado es profesor de Literatura Española y de Literaturas Ibéricas en la Universidad de Évora (Portugal). Ha dedicado varias monografías a las relaciones entre las literaturas española y portuguesa de principios del siglo XX: Órficos y ultraístas. Portugal y España en el diálogo de las primeras vanguardias literarias (1915-1925) (2000), Adriano del Valle y Fernando Pessoa: apuntes de una amistad (2002), Corredores de fondo. Literatura en la Península Ibérica a principios del siglo XX (2003), Espíritus contemporáneos. Relaciones literarias luso-españolas entre el Modernismo y la Vanguardia (2008) y Fernando Pessoa e Espanha (2011). Colaborador habitual de Babelia, suplemento de cultura del diario El País, es traductor de autores portugueses como António Lobo Antunes, Almeida Faria, Manuel António Pina, Fialho de Almeida o Teixeira de Pascoaes, y fue reconocido en 2008 con el premio de traducción Giovanni Pontiero. Es director de Suroeste. Revista de literaturas ibéricas.
Las tribus indígenas de Norteamérica se caracterizaron por vivir en armonía con su entorno, pero sus valores, costumbres y creencias chocaron con la ambición del «hombre blanco». La injusticia de su historia se ha transmitido a través de la palabra, como muestran los discursos que recogemos aquí.
En un itinerario que comienza a principios del siglo XIX, oímos a Casaca Roja rechazar la religión impuesta y al famoso jefe Seattle pronunciar el texto que fue para muchos el primer gran altavoz en defensa de la Naturaleza.
Escuchamos al jefe Joseph lamentar la pérdida de su gente y a la joven Ruth Muskrat reivindicar su cultura. Dado el momento actual, en el que se impone un cambio de paradigma, estos textos cargados de sabiduría se convierten en referentes necesarios para cambiar nuestra relación con el entorno.
Apasionada e impetuosa, la personalidad de Tina fue única. Nacida en Italia a finales del siglo XIX, y tras un breve paso por Hollywood, donde trabajó como actriz, llegó a México en plena efervescencia cultural de los años veinte.
Fue compañera en las reflexiones artísticas y políticas de los intelectuales y creadores de la época —Edward Weston, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros o Frida Kahlo, sólo por citar algunos— y acá encontraría el coraje y la inspiración necesarios para descubrir en la fotografía el medio idóneo con el que mostrar su indignación y compromiso por las injusticias sociales.
Pero más fuertes que su carácter e incluso su obra fueron sus fervientes ideales anti-fascistas, que mantuvo firmes hasta su trágica muerte, cuya causa real sigue siendo un misterio.