Desde sus orígenes en Siria y Mesopotamia (que no en Atenas) hasta hoy, pasando por sus momentos de mayor fervor revolucionario en Francia y América, la democracia ha cuestionado siempre las formas estereotipadas de entender quién ha de ostentar poder y privilegios, y por qué. La democracia nos invita a llevar a cabo un acción radical: considerarnos iguales y decidir por nosotros mismos sobre nuestra vida y nuestro futuro.
John Keane rastrea cómo surgió y evolucionó este concepto, desde las primeras democracias asamblearias hasta nuestra democracia “monitorizada”, término que hace referencia al actual sistema, en el que los políticos no responden frente a los votantes solo el día de las elecciones, sino que se encuentran sometidos a un constante escrutinio (monitoreo) ante la opinión pública por efecto de los medios de comunicación. Si bien, según Keane, esta es la forma de democracia más compleja e intensa desplegada hasta el momento, no se halla exenta de amenazas. En una época de crisis continuas y en la que en el escenario político global apuntan formas nuevos déspotas, demagogos y oligarcas, se vuelve más necesario que nunca avivar el potencial radical de la democracia. En estas páginas el lector encontrará nuevas y sólidas razones para defender este valioso ideal.
La manera más peligrosa de engañarse a sí mismo es creer que existe una sola realidad. De hecho, existen innumerables versiones y pueden llegar a ser muy opuestas entre sí. Todas ellas son el resultado de la comunicación. Paul Watzlawick afirma que en las relaciones humanas y en la interpretación de las mismas no existen verdades sencillas, y que lo «normal» en una cultura , y más aún en culturas diferentes, es que no se dé la uniformidad, sino la diversidad de formas de acción e interpretación de los individuos concretos. Con ello, lo que es real para unos, puede que no lo sea para otros. Con un estilo ameno y coloquial y con numerosos ejemplos tomados de los más diversos campos, el autor nos describe, expone o traduce a un lenguaje fácilmente comprensible los complejos problemas de la concepción de la realidad y de la acomodación a la misma.
Ante la intolerancia, queda siempre Voltaire. Nadie ha escrito mejor ni de forma más precisa contra un mal endémico y secular que aún hoy nos golpea.
Cree lo que yo creo y lo que no puedes creer, o perecerás. Cree o te aborrezco; cree o te haré todo el daño que pueda. >> Ese era el dogma del fanatismo según Voltaire. Y, como los atentados contra Charlie Hebdo volvieron a demostrar, ese sigue siendo hoy, dos siglos y medio después. Así que no es casual que este autor se haya convertido en el fenómeno editorial del momento en Francia, con más de 150.000 ejemplares vendidos en un solo mes.
Voltaire, la estrella editorial de la rentrée, como tituló Echo, fue según Savater el primer intelectual, un pensador que nunca se conformó con entender el mundo, sino que ansiaba transformarlo y que entendió como nadie antes que el texto era un poderoso instrumento de propaganda. De ahí su estilo directo, divertido, nunca frívolo, en el que prima siempre la voluntad pedagógica. Los paralelismos entre autor y editor son claros. En Savater reconocemos a Voltaire y por eso nadie mejor que él para exprimir su pensamiento y hacer lo que él nunca hizo, exponerlo en forma de máximas y aforismos. Se nos permite así conocer a un hombre genial, que dedicó su vida a combatir a siglos de intolerancia, de rutinas dogmáticas, de autoridad mal entendida y peor ejercida. ¿Sus armas? Una aguda inteligencia y un espíritu sarcásticamente irreverente que impregnan toda su obra.