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POR UNA CONSTITUCION DE LA TIERRA

Existen problemas globales que no forman parte de la agenda política de los gobiernos nacionales, aunque de su solución dependa la supervivencia de la humanidad: el calentamiento global, las amenazas a la paz mundial, el crecimiento de las desigualdades, la muerte de millones de personas todos los años por falta de agua potable, de alimentación básica y de fármacos esenciales, o las masas de migrantes que huyen de las condiciones de miseria y degradación de sus países.   Pero estas tragedias no son fenómenos naturales, ni tampoco simples injusticias. Por el contrario, son violaciones masivas de los derechos fundamentales estipulados en las diversas cartas constitucionales vigentes, tanto nacionales como supranacionales. La humanidad se encuentra hoy ante una encrucijada de la historia, seguramente la más dramática y decisiva: sufrir y sucumbir a las múltiples catástrofes y emergencias globales, o bien hacerles frente, oponiéndoles la construcción de idóneas garantías constitucionales a escala planetaria, proyectadas por la razón jurídica y política.   Solo una Constitución de la Tierra que introduzca un demanio planetario para la tutela de los bienes vitales de la naturaleza, prohíba todas las armas como bienes ilícitos, comenzando por las nucleares, e introduzca un fisco e instituciones idóneas globales de garantía en defensa de los derechos de libertad y en actuación de los derechos sociales puede realizar el universalismo de los derechos humanos. El proyecto de una Constitución de la Tierra no es una hipótesis utópica, sino la única respuesta racional y realista capaz de limitar los poderes salvajes de los estados y los mercados en beneficio de la habitabilidad del planeta y de la supervivencia de la humanidad.
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ARTURO BAREA. TRIUNFO EN LA MEDIANOCHE

A Arturo Barea se le ve a menudo como un escritor espontáneo, apasionado contra la injusticia. En realidad, trabajaba sus escritos con cuidado y tenía un claro objetivo dual, tanto personal como político. Escribía la historia de su propia vida para intentar entender su crisis nerviosa en 1937 durante el sitio de Madrid y a la vez para mostrar las causas subyacentes de la Guerra Civil. Con percepción aguda, este chico autodidacta de Lavapiés, un barrio obrero de Madrid, que dejó la escuela con trece años, plasmó «lo que había olido, visto, palpado y sentido» en los tres tomos de su novela autobiográfica, La forja de un rebelde. Y al hacerlo retrató la sociedad española de las cuatro primeras décadas del siglo XX. Exiliado en Inglaterra durante los últimos 18 años de su vida, Barea publicó varios libros más. De hecho, el exilio le hizo escritor. Destacan sus ensayos de crítica literaria, Unamuno y el excelente Lorca, el poeta y su pueblo. Además, a diferencia del mundo de los sentidos que recrea en la trilogía, analizó las raíces de la ideología de Franco en Lucha por el alma española.
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