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BRINES. LA VIDA SECRETA DE LOS VERSOS

Francisco Brines es sin duda uno de los grandes poetas contemporáneos y su influencia sobre las siguientes generaciones poéticas españolas ha sido notable. Tan notable como silenciosa, pues quiso mantenerse, en lo posible, fuera de todo foco mediático. Dueño de una obra muy personal y exigente pero relativamente breve, hombre cordial, extraordinario y generoso lector de poesía, Francisco Brines contó siempre, a lo largo de su dilatada y discreta vida con una gran cantidad de amigos poetas. Luis Antonio de Villena, poeta y escritor, que figura entre lo más destacado de la llamada generación «novísima», fue desde los primeros años setenta uno de los mejores, de los más cercanos amigos del poeta valenciano y puede afirmarse, sin exageración alguna, que nadie todavía vivo le ha conocido mejor que él. Brines. La vida secreta de los versos no es exactamente una biografía canónica, sino una vívida crónica, plena de nocturnidad y literatura, de las vivencias compartidas de dos poetas en el Madrid de los años setenta y ochenta. No es tampoco un libro escandaloso, sino tan sincero como libre, que cumple, con exactitud y algo de melancolía, lo que promete: ser la historia de una amistad. A.L. «Cultivador en poesía del verso claro, limpio y exento de alardes retóricos y enfáticos, diríase que esas mismas cualidades Salvago las ha sabido trasplantar paralelamente a sus composiciones prosísticas, en las que suelen rezumar para bien del lector un estilo, una modulación narrativa y un ritmo despejados, directos y sin ambages, refractarios, por tanto, a la digresión morosa y al descriptivismo lírico. Un arte que, como en su poesía, va directo al grano, no se recrea con alharacas y cuenta lo que hay que contar: un suceso, una historia, una vida». Ricardo Álamo Una novela policiaca, erótica, de humor negro. Un catálogo de perversiones y rarezas. Un espejo en el callejón de los deseos ocultos. Una inmensa parodia. La gran narrativa del siglo XXI no es la que te han contado.
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LA ILUSION DE LA FELICIDAD

En este contundente libro, Carl Cederström rastrea la concepción actual de la felicidad desde sus raíces en la psiquiatría europea de principios del siglo XX, pasando por la generación Beat, el psicoanálisis de Wilhelm Reich o el movimiento hippie, hasta llegar a Donald Trump. El autor defiende que la felicidad se define en nuestros días por el deseo de ser «auténtico», de experimentar placer físico y de cultivar una individualidad única. En los últimos cincuenta años, estas ideas, antes revolucionarias, han sido secuestradas por corporaciones y agencias publicitarias que nos empujan a llevar una vida cada vez más insatisfactoria, acelerada, insegura y narcisista. En una época de creciente austeridad y división social, Cederström sostiene que un nuevo sueño radical de felicidad se está imponiendo. Existe una visión alternativa de la buena vida que promueve un compromiso más profundo con el mundo y nuestro lugar dentro de él, en oposición al individualismo y el hedonismo ilimitados. Guiados por una cosmovisión más igualitaria, podemos reinventarnos a nosotros mismos y a nuestras sociedades.
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LOS ASESINOS DE LA LUNA

En los años veinte, la comunidad india de los Osage en Oklahoma era la población de mayor renta per cápita del mundo. El petróleo que yacía bajo sus propiedades les convirtió en millonarios: construyeron mansiones, tenían chóferes privados y mandaban a sus hijos a estudiar a Europa. Pero un espiral de violencia asoló esta comunidad indígena cuando sus miembros empezaron a morir y a desaparecer en extrañas circunstancias. La familia de una mujer Osage, Mollie Burkhart, se convirtió en un objetivo principal. Sus tres hermanas fueron asesinadas. Una fue envenenada, otra murió a tiros y la tercera falleció en una explosión. Otros miembros de la los Osage morían en circunstancias misteriosas, y muchos de los que se atrevieron a investigar los crímenes fueron también asesinados. Cuando el número de muertos alcanzó los veinticuatro, el recién inaugurado FBI decidió intervenir y fue uno de sus primeros grandes casos de homicidio. Después de que la investigación resultara un desastre, el joven director J. Edgar Hoover acudió al antiguo comandante de Texas, Tom White, para que desvelase el misterio. White estableció un equipo infiltrado, incluyendo a un agente nativo en el grupo.
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