Nuestra vida está dominada por el reloj corporativo al que muchos de nosotros nos adaptamos. Pero este no fue concebido para las personas, sino para el beneficio de las empresas. Tenemos que adoptar un concepto totalmente nuevo del tiempo: uno que nos dé a nosotros y a nuestro planeta un futuro mejor.
En la sociedad occidental, efectivamente, el tiempo nos genera angustia porque siempre nos parece que falta. Esto es porque el tiempo en el capitalismo es considerado un bien que puede comprarse y venderse. En ¡Reconquista tu tiempo!, Odell cuestiona la ética protestante del trabajo que impera en todo Occidente-, el denominado workaholismo, y lo vincula a la ansiedad que produce la fugacidad temporal. El contrapunto a este culto del trabajo es una cultura del ocio, la creación de espacios públicos, la exploración de «otras temporalidades», alejadas del concepto comercializable actual, el interés por el «tiempo geológico» o el «tiempo ecológico», y las nuevas realidades de vida en común. Es decir, una constatación de la «cronodiversidad».
Una refutación del mito más extendido (y peligroso) de nuestra época
La lucha por la justicia social es una de las principales causas de nuestro tiempo, que interpela a muchas personas diferentes por diversas razones. Pero que se utilicen las mismas palabras no siempre supone estar hablando de lo mismo. Debemos aclarar los significados para descubrir en qué estamos de acuerdo y en qué discrepamos.
El veterano pensador Thomas Sowell, que lleva más de seis décadas cuestionando los presupuestos económicos y filosóficos progresistas, demuestra en su último libro que muchas de las cosas que los luchadores de la justicia social creen verdaderas, sencillamente, no resisten una mínima confrontación con los hechos.
Este libro, cargado de datos y argumentos, desmonta la visión distorsionada y victimista de la realidad del pensamiento woke que está arrastrando a la civilización occidental hacia el precipicio.
Sowell nos recuerda que la agenda de la justicia social a menudo conduce en la dirección opuesta a su ideal, en ocasiones con consecuencias catastróficas.
La aceleración de la emergencia ecológica, la invasión rusa de Ucrania, el avance del populismo autoritario, el genocidio en la Franja de Gaza, las guerras comerciales, la irrupción de la pandemia, así como la crisis energética e inflacionaria, confirman que, lejos de experimentar una época de cambios, atravesamos un auténtico cambio de época.
Ha pasado casi un siglo desde que Antonio Gramsci escribiera aquello de que «la crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en ese interregno se verifican los fenómenos mórbidos más variados». Hoy, ante un sinfín de fenómenos mórbidos, en un contexto de policrisis y realineamientos geopolíticos, nos encontramos profundamente desorientados: erráticos en el análisis de lo viejo e incapaces de participar en el surgimiento de lo nuevo.