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VACIO Y UNIDAD

Carl Schmitt es el último gran clásico del pensamiento político. En los últimos treinta años, sus ideas han animado los más variados debates ideológicos desde la nueva derecha al populismo de izquierdas. Su importancia se debe a su capacidad premonitoria: nos ofreció varias fórmulas, la teología política y la oposición entre amigos y enemigos, que nos sirven a comienzos del siglo XXI para comprender la política. Sin embargo, a Schmitt se le ha difundido más de lo que se le ha comprendido. Es prestigioso apelar a su nombre, pero se reclaman sus obras más por la espectacularidad de sus títulos que por las incertidumbres de sus contenidos. Este libro quiere aclarar las tres cuestiones por las que Schmitt ha traspasado los límites de la especialización: la teología política, el concepto de lo político y la teoría de la Modernidad. Las dos primeras solo alcanzan verdadera concreción, son algo más que unidades vacías, si se tiene en cuenta el ambiente en que viven y respiran: la peculiar, idiosincrásica y unilateral teoría de la Modernidad imaginada por Schmitt.
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PERSONAJES LITERARIOS SIN PIZCA DE V.

Esos entes de ficción supuestamente atractivos, que nos han sido presentados como héroes –como Ulises, Sherlock Holmes, Robin Hood, Scherezade, don Juan Tenorio, el doctor Zhivago, James Bond, don Quijote, Harry Potter, Nora, Hamlet, don Mendo, Escarlata O’Hara, Godot, Sigfrido y otros más que asoman la cabeza en estas páginas– se comportan todos humanamente, lo que equivale a decir que muy mal. ¿Qué encontramos principalmente en las novelas y comedias que se han convertido en clásicos? Pues nada de heroicidades, sino todo lo contrario: un completo muestrario de asesinatos, chantajes, estupros, engaños, vilezas y canalladas variadas, que es lo que al público le gusta leer, porque, por su naturaleza, el hombre es un bicho muy malo al que no mata ni piedra ni palo y la sociedad le hace todavía peor. Muchas veces la literatura es como el estercolero de la moral. Muy bonita y tal, sí, pero completamente infame en sus enseñanzas. Los personajes a los que toma el pelo este simpatiquísimo y divertido libro son gentuza de la peor, no tienen ni la más mínima vergüenza, como el título de la obra claramente indica. Pero por eso mismo son apasionantes, porque, señores, hay que reconocer que la gente buena es tremendamente aburrida y ellos no. Sus vidas de ficción nos ayudan a pasárnoslo estupendamente bien contemplando sus sufrimientos o, como en el caso de este libro, riéndonos alegremente de sus viles peripecias.
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QUE ES EL ANTIRRACISMO

El racismo muta constantemente: varía de forma, de tamaño, en sus límites, propósito o función ante los cambios en la economía, la estructura social y, sobre todo, ante los desafíos y resistencias que se encuentra. Cada nueva generación, define el racismo a su propia imagen y semejanza. El éxito actual de figuras políticas y partidos xenófobos no es consecuencia de una reacción contra el progreso antirracista; triunfan porque su retórica política hace explícito lo que ya está implícito en las prácticas racistas y violentas de los Estados liberales. Tras la imagen de la mujer negra beneficiaria de prestaciones sociales, del hombre musulmán radical o del inmigrante contestatario, yace el miedo al radicalismo feminista negro, al movimiento nacional palestino, o a la politización de las clases trabajadoras surgida de la organización migrante. Sus imágenes encarnan los significantes desplazados del fracaso del neoliberalismo violento. La propagación de la ideología racista en las sociedades occidentales no es un derivado de la polarización social, sino el cómplice necesario de un imperialismo «liberal» que regresa a casa como un bumerán, a poner en práctica, contra su propia población civil, las políticas coloniales que impone en el resto del planeta. En consecuencia, y como cuenta Arun Kundnani, el antirracismo no fragmenta la lucha de clases, sino que la radicaliza.
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