El 24 de julio de 1984, Allen Lafferty, un mormón practicante, se encontró con una escena terrible: su mujer y su hija de quince meses habían sido brutalmente asesinadas. Allen no tenía ninguna duda de la identidad de los culpables: sus hermanos, Ron y Dan Lafferty, dos fanáticos convencidos de que su acto obedecía a un mandato divino.
Este clásico del true crime, escrito por uno de los maestros indiscutibles de la no ficción narrativa y que acaba de ser adaptada para la televisión, nos sitúa en un tiempo y unos personajes más propios del medievo que del corazón mismo de Estados Unidos. A la luz de la terrible historia de los fanáticos hermanos Lafferty y del relato del violento pasado del movimiento mormón, Krakauer ofrece un brillante y fascinante relato sobre las teocracias de la América profunda en los que la poligamia, el mesianismo y la violencia salvaje campan a sus anchas.
¿Qué significa tener una buena vida? Para ofrecer una respuesta original a esta pregunta tan antigua y propia del ser humano, el joven filósofo convoca a pensadores antiguos y modernos y acude a dos de sus mayores aficiones, aparentemente muy alejadas: la filosofía y el ejercicio físico.
Sandel revela que la plenitud proviene de nuestra inmersión en actividades intrínsecamente gratificantes, en esos momentos que nos dejan absortos, y en construir una vida coherente en torno a ellos. En el centro de su visión están la idea de la vida como un viaje y la convicción de que nuestra obsesión por alcanzar metas nos aleja de aquellas tres virtudes fundamentales que nos permiten hacer realidad el ideal de vivir el momento y estar plenamente presentes en lo que hacemos.
Para ilustrar la lucha por alcanzar estas virtudes, Sandel recurre a la literatura, el cine y la televisión, pero también a sus propias experiencias y retos (entre estos su sorprendente récord Guiness de mayor número de dominadas en un minuto). Sandel vuelve la filosofía accesible a todos aquellos lectores que, de maneras muy diversas, luchan con la tensión entre lograr sus objetivos y aceptar lo que les ha dado la vida.
Desde el rey Salomón a Luis XV, perfumarse ha sido esencial, consustancial al ser humano, bien como símbolo de poder y estatus, bien como medicina o afrodisiaco, más allá de sus connotaciones religiosas. Es complejo datar su origen, pero sí se puede deducir su función principal: el culto. El buen olor siempre ha sido lo opuesto al hedor propio de la muerte y la enfermedad. La combustión del incienso o sahumerio, perfume primitivo por excelencia, embajador de la fe, ubicuo y transcultural, demarcaba el espacio sagrado generando una atmósfera emotiva que invitaba a elevarse más allá de la conciencia para comunicarse con lo divino. Desde el sintoísmo al budismo, del hinduismo al islam, esa inmanencia espiritual siempre fue definida por la fragancia. Esta obra pretende surcar la historia analizando diferentes culturas para desenmarañar sus raíces perfumadas, desde los óleos sagrados egipcios y las hedónicas composiciones árabes e indias hasta las primeras moléculas de síntesis del XIX que impulsaron la democratización del perfume, para eclosionar en el XX, cuando la moda se alió a la fragancia “de autor” para sellar su compromiso imperecedero.