El racismo muta constantemente: varía de forma, de tamaño, en sus límites, propósito o función ante los cambios en la economía, la estructura social y, sobre todo, ante los desafíos y resistencias que se encuentra. Cada nueva generación, define el racismo a su propia imagen y semejanza.
El éxito actual de figuras políticas y partidos xenófobos no es consecuencia de una reacción contra el progreso antirracista; triunfan porque su retórica política hace explícito lo que ya está implícito en las prácticas racistas y violentas de los Estados liberales. Tras la imagen de la mujer negra beneficiaria de prestaciones sociales, del hombre musulmán radical o del inmigrante contestatario, yace el miedo al radicalismo feminista negro, al movimiento nacional palestino, o a la politización de las clases trabajadoras surgida de la organización migrante. Sus imágenes encarnan los significantes desplazados del fracaso del neoliberalismo violento.
La propagación de la ideología racista en las sociedades occidentales no es un derivado de la polarización social, sino el cómplice necesario de un imperialismo «liberal» que regresa a casa como un bumerán, a poner en práctica, contra su propia población civil, las políticas coloniales que impone en el resto del planeta. En consecuencia, y como cuenta Arun Kundnani, el antirracismo no fragmenta la lucha de clases, sino que la radicaliza.
Ésta es la historia del siglo XX a través de su música, desde la Viena de antes de la Primera Guerra Mundial hasta el París de los años 20; desde la Alemania de Hitler o la Rusia de Stalin al Nueva York de los años 60. Transportando a los lectores por el laberinto del sonido moderno, Alex Ross nos descubre las conexiones entre los acontecimientos más importantes y los compositores más influyentes, hombres que se rebelaron contra el culto al pasado clásico, lucharon contra la indiferencia del gran público y desafiaron a dictadores.
Hasta ahora, nadie fuera de los círculos oficiales ha sabido con exactitud qué sucedería si un estado rebelde lanzara una cabeza nuclear contra el Pentágono. Segundo a segundo y minuto a minuto, estos son los acontecimientos, acciones y protocolos reales que coreografían el fin de la civilización.
Las decisiones que afectan a miles de millones de vidas deben tomarse en seis minutos a partir de información incompleta y parcial, y a sabiendas de que, una vez se ejecuten, nada es capaz de detener la destrucción. A partir de docenas de entrevistas con expertos militares y civiles que han construido estas armas, que han formado parte de la creación de los planes de respuesta y que deben asumir la responsabilidad de las decisiones cruciales, la finalista del Premio Pulitzer Annie Jacobsen logra el más fidedigno y escalofriante relato de las consecuencias definitivas de una Guerra nuclear.