El constitucionalismo rígido ha cambiado profundamente la naturaleza del derecho y de la democracia, al imponer a la política límites y vínculos sustanciales, en garantía de los derechos fundamentales constitucionalmente establecidos.
Actualmente, el edificio de la democracia constitucional, como modelo teórico y como proyecto político, está siendo agredido por la asimetría entre el carácter global de los poderes económicos y financieros y los confines todavía estatales del derecho y de la democracia; por la abdicación de su papel de gobierno por parte de la política, tan impotente y subordinada a los mercados como omnipotente en relación con los sujetos débiles y sus derechos; por el general desarrollo de la ilegalidad o, lo que es peor, por la ausencia de reglas sobre los poderes, tanto públicos como privados.
Por eso, la expansión del constitucionalismo, y la construcción de sus garantías a la altura de los nuevos poderes económicos globales, es la principal tarea de la política y la única alternativa racional a un futuro, no solo de desórdenes, violencias, desigualdades y devastaciones medioambientales, sino de involuciones autoritarias y antidemocráticas.
En el mundo globalizado de hoy la histórica apelación a la «lucha por el derecho» se conjuga como lucha por los derechos. Una innegable necesidad de derechos se manifiesta por doquier, desafiando cualquier forma de represión. Ya no son solo derechos que extraen su fuerza de una formalización o de un reconocimiento desde lo alto, sino derechos que germinan en la materialidad de las situaciones fuera de los ámbitos institucionales acostumbrados, en lugares de todo el mundo que son «ocupados» por hombres y mujeres que reclaman el respeto por su dignidad y por su misma humanidad.
Esta nueva llamada a los derechos fundamentales supone una mutación en la naturaleza de la ciudadanía. Nuevas modalidades de acción y nuevos actores se contraponen a la supuesta ley natural del mercado y a su pretensión de incorporar y definir las condiciones para el reconocimiento de los derechos. El «derecho a tener derechos» construye así un modo distinto de entender el universalismo, haciendo hablar el mismo lenguaje a personas alejadas entre sí y poniendo en marcha una revolución de los bienes comunes.
Esta obra ofrece el fundamento teórico de una educación orientada a la calidad de vida de las personas con Trastornos del Espectro Autismo (TEA) y sus familias junto con contenidos prácticos para ejemplificar cómo se plasma dicha teoría en la práctica cotidiana. Para mejorar la vida de estas personas es necesario cubrir tres aspectos básicos: adquirir la mayor cantidad de habilidades posible, disponer de los apoyos necesarios y que los entornos donde se desarrolle su vida faciliten al máximo su funcionamiento.
El libro presenta la fundamentación teórica de la orientación de la educación de las personas con TEA y sus implicaciones en aspectos como el modelo de calidad de vida y el concepto de resultados personales, el rol de la familia y la planificación de objetivos educativos, así como algunos principios metodológicos básicos. Finalmente se ofrecen aspectos concretos relacionados con el trabajo en comunicación social, las conductas desafiantes, el ocio y las ocho dimensiones del modelo de calidad de vida. Por ello se trata de un libro de gran utilidad tanto para profesionales que trabajan con personas con TEA o con discapacidad intelectual u otras discapacidades como para sus familias.
Luis Simarro Vázquez es doctor en psicología y trabaja desde hace más de veinte años con personas con TEA en distintas entidades especializadas. Además, ha sido director técnico de la asociación ALEPH-TEA.