Hubo una vez en la que todos los caminos llevaron a Roma, ahora llevan a Pekín.
Peter Frankopan, que revolucionó nuestra visión de la historia con El corazón del mundo, explora en este nuevo libro los cambios que se están produciendo en el presente y que auguran una futuro distinto, en que todos los caminos apuntan al auge de una Asia dotada de inmensos recursos naturales: se calcula que contiene el 70% de todas las reservas de petróleo del planeta y el 65% de las de gas natural. No son tan solo los recursos, sin embargo, sino la ambición de futuro de los dirigentes de estas nuevas rutas de la seda lo que apunta hacia un mundo distinto a aquel en que hemos vivido en los últimos tiempos: un mundo que este libro nos ayuda a prever y entender.
Xi Jinping ha sido reelegido por unanimidad presidente de la República Popular y secretario general del Partido Comunista para un tercer mandato. Nadie acumula tanto poder desde Mao Zedong. ¿Cómo piensa y a qué aspira el líder supremo de la mayor dictadura del planeta?
Hijo de uno de los héroes de la guerra civil, Xi creció como vástago de la «nobleza roja», pero su padre cayó en desgracia y fue encarcelado. Él sufrió humillaciones públicas durante la Revolución Cultural y fue deportado al campo, donde vivió en cuevas y tuvo que convertirse en el más maoísta para sobrevivir. Se rechazó su entrada en el partido diez veces, hasta que fue aceptado en 1973 y logró prosperar.
Xi es hoy mucho más popular que sus predecesores y abandera un robusto nacionalismo. China está muy cerca de convertirse en la primera potencia mundial y su motor ideológico es el «pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era». Sin maniqueísmo, el libro de Stefan Aust y Adrian Geiges analiza en qué medida el «sueño chino» de Xi aspira tan solo a la prosperidad nacional o también al dominio mundial.
Cuando Elon Musk era un niño en Sudáfrica, sufría a menudo acoso escolar. Un día un grupo de niños lo empujó por unas escaleras de hormigón y le patearon hasta que su cara se hinchó como una pelota. Pasó una semana en el hospital. Pero las cicatrices físicas fueron insignificantes comparadas con las emocionales, las que le había causado su padre, un canalla, ingeniero carismático y fantasioso. Cuando Elon llegó a casa tras ser dado de alta del hospital, su padre le reprendió. "Tuve que escucharlo durante una hora mientras me gritaba, me llamaba idiota y me decía que era un inútil", recuerda.
El impacto psicológico que su padre le causó perduró. Se convirtió en un joven fuerte pero vulnerable al mismo tiempo.