Todos reconocen su obra. Nadie conoce al hombre.
Cristóbal Balenciaga no se dejaba ver en sus desfiles ni salía jamás a saludar tras finalizarlos. Si hacemos caso a la leyenda, el diseñador vasco seguía con detalle los pases a traves de un discreto agujero practicado en las cortinas de terciopelo que decoraban su maison. Apenas existen retratos suyos, e incluso llegó a calar el rumor de que el hombre invisible de la alta costura no era más que una invención, una estrategia comercial elaborada con astucia. De lo que no cabe duda es de que "el mejor diseñador de todos los tiempos" -según reconocieron Christian Dior o Coco Chanel- antepuso siempre el prestigio a la fama y fue artífice de una obra inmortal, casi tan grande como el misterio que aún hoy envuelve su biografía.
Javier Varela sigue en estas páginas el polemico itinerario del escritor y periodista, desde sus inicios en el ultraísmo y la bohemia literaria hasta su consagración como uno de los cronistas más prestigiosos del siglo XX, al principio en la órbita liberal y despues como adalid de las derechas antirrepublicanas. Corresponsal en Berlín (1933) y Roma (1936-1940), el periodista vivió en el París ocupado por los alemanes (1940-1943) y esa etapa, en la que se dedicó a la intermediación de falsificaciones de obras de arte y otros tráficos heterodoxos, señala el momento más oscuro de su trayectoria. De vuelta a España, en Sitges, tuvo que afrontar el veto de las autoridades oficiales y un proceso de depuración en Francia, pero una vez instalado en Madrid reanudó su carrera como uno de los periodistas más populares entre los años cuarenta y sesenta, colaborador en los principales diarios del momento.
La Inquisición española es sinónimo, a ojos del gran público y de la historiografía habitual, de denuncias infundadas, encarnizamiento en convencer del crimen, ausencia de abogados defensores, sentencias emitidas por adelantado, oprobio del condenado y de los suyos, abominable ejecución en las llamas purificadoras sin réplica posible: mencionando la Inquisición se condensa el oscurantismo y la crueldad mayores que puedan concebirse. Jean Dumont, el gran hispanista especializado en los siglos XV a XVIII, se propone en Juicio a la Inquisición española dar una oportunidad de defensa a la acusada. Dumont no acude principalmente a la bibliografía histórica, sino a los documentos, los archivos y las obras de pensamiento y literatura de la época. El resultado es sorprendente y polémico, y del máximo interés para quien no se conforme con una historia construida sobre tópicos. «Juicio a la Inquisición española cuestiona todos los tópicos que orbitan alrededor de la Inquisición española». ―Iván Vélez
Wilfred Thesiger pasó cinco años vagando por los desiertos de Arabia para escribir este libro, «un monumento a un pasado desaparecido, un tributo a un pueblo en tiempos magníficos». Repelido por la suavidad y la rigidez de la vida occidental, se lanzó a explorar el vasto y reseco Territorio Vacío de Arabia, visitando pueblos donde nunca habían visto a un europeo y consideraban un deber matar a los infieles cristianos. Viajando entre los beduinos, experimentó los retos cotidianos del hambre y la sed, las largas marchas bajo el implacable sol, las noches de frío y el constante peligro de muerte si se descubría que era un «infiel». Fue el primer europeo en visitar la mayor parte de la región, y justo antes de abandonarla, había comenzado el proceso que la cambiaría para siempre: el descubrimiento de petróleo. Thesiger reflexiona sobre los cambios y el desarrollo a gran escala que se produjeron después de la Segunda Guerra Mundial y la subsiguiente erosión gradual de las formas de vida tradicionales de los beduinos, que habían existido inalteradas durante miles de años. Su relato tiene un valor incalculable para entender el Oriente Medio moderno.
Para Juan Antonio Gaya Nuño, Picasso poseía un imán para los escritores. Ningún autor español o latinoamericano renunció a acercarse al pintor malagueño. En el 50 aniversario de su muerte, Jose Esteban ha preparado una extensa antología con textos dedicados al autor del Guernica por escritores hispanos que lo conocieron o lo admiraron, desde Ricardo y Pío Baroja a Antonio Gamoneda. La nómina es larga, e incluye nombres como Ramón Gómez de la Serna, tal vez el más picassiano de los escritores españoles, Jose Bergamín, Jorge Guillen, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Alejo Carpentier, Cesar Vallejo, Juan Perucho, Max Aub, Pablo Neruda, Luis Buñuel, Camilo Jose Cela… La atracción hacia la literatura de Picasso le llevó a ilustrar varios libros de arte de destacados creadores de su generación y su residencia parisina fue refugio habitual del exilio español, lo que facilitó, además, el contacto entre los literatos y el pintor.
La tecnocracia o gobierno de los técnicos es un fenómeno característico del último siglo de nuestra historia. Sin embargo, el desempeño de una ténica determinada en la función pública es un rasgo del hombre político que siempre se ha manifestado a lo largo del tiempo. Fue a raíz de la crisis financiera de 1929 cuando surgieron nuevos teóricos que postularían una creciente profesionalización en las tareas gubernamentales, gestionadas por expertos. El intento por equiparar la actuación de aquellos gabinetes con los criterios de industriales e ingenieros, sentó un precedente para dotar a la Administración de un sentido empresarial en su funcionamiento. El desarrollo y la aplicación de estas ideas en el mundo hispánico, coincidiendo con el período de entreguerras y la posterior bipolarización internacional, originaron modelos propios. La pretensión de conciliar los presupuestos de la hispanidad tradicional en la concepción de la sociedad y del Estado con la modernización económica, fue uno de los objetivos que se desgranan en estas páginas a partir de varios casos particulares. La retrospectiva en otras épocas como fuente de inspiración acabaría por articular distintos sistemas tecnocráticos, adaptados a cada espacio y circunstancia, pero con un fundamento ideológico compartido, como bien analiza esta obra.
A mediados de junio de 1940, la esvástica alemana ondeaba prácticamente en toda Europa occidental, a la vez que el país podía presumir de sólidas alianzas con Italia y España. Sin embargo, Gran Bretaña, lejos de avenirse a un tratado de sumisión pacífica, pudo plantar cara en la conocida como batalla de Inglaterra y preservar su libertad de acción. Para España, este hecho llegó a ser definitivo, marcando un claro viraje en el posicionamiento de Franco, al socavar la frágil confianza que Hitler le ofrecía.
Antonio J. Candil nos ofrece un exhaustivo trabajo, amenamente narrado, sobre los detalles que pusieron sobre el tapete un exceso de confianza y cierta descoordinación dentro del Alto Estado Mayor germánico. Nos presenta una certera visión sobre lo acaecido durante el verano de 1940, permitiendo al lector comprender la posterior evolución de la Segunda Guerra Mundial a partir de la «no derrota» del Ejército británico y las nefastas consecuencias que para Alemania va a tener la sobrestimación de su Fuerza Aérea, a la vez que un incomprensible desinterés por el control militar del canal de la Mancha. La detallada secuencia de decisiones ayuda a entender las causas por las que la guerra se acabará convirtiendo en un conflicto global, en lugar de ceñirse solo a suelo europeo.
Como niña católica de familia humilde del norte de Inglaterra, Hilary Mantel creció en un entorno austero y riguroso que, lejos de limitarla, alimentó una imaginación exuberante que le hizo creer que las hazañas más extraordinarias estaban al alcance de su mano; entre ellas, convertirse en caballero andante a los cuatro años.
Estas fascinantes memorias son un intento por parte de la autora de recuperar a esa niña que fue, y de hacerlo antes de que otros comiencen a contar su historia por ella. Son el relato de su difícil infancia y de su adolescencia, momento en el que empezó a sufrir los síntomas de una enfermedad que, ya de adulta, le causaría un gran dolor y le arrebataría la posibilidad de ser madre.
Aunque sería ese mismo dolor el que, más adelante, la abocaría a la escritura como manera de rescatarse a sí misma. Mantel, quizá más conocida por su galardonada trilogía de Thomas Cromwell, escribe con un finísimo oído y una inteligencia furiosa mientras resucita fantasmas de una vida que «tiemblan entre las líneas».
Arrastrados por los acontecimientos, movidos por el acicate de la curiosidad u obligados por la exigencia profesional, han sido muchos los hombres de letras -periodistas y escritores- que a lo largo de los dos últimos siglos se han acercado a ese centro imaginario del horror -del horror absoluto- que supone toda guerra. La presencia de escritores y periodistas en los campos de batalla acompañando a los ejércitos viene siendo habitual desde que la prensa se consolidase como vehículo de comunicación masiva allá a principios del siglo XIX. Vivir la guerra -desde una periferia más o menos alejada o desde el centro mismo del combate- se convierte en el paso previo para poder contarla y explicarla, acercándola así a un gran público interesado por unos acontecimientos cargados siempre de emoción humana y cuya interpretación responde muy a menudo a evidentes intereses ideológicos. Los diferentes autores que colaboran en este volumen describen, analizan y estudian con detalle la experiencia de un amplio conjunto de escritores y cronistas que tras vivir la guerra en primera persona se ocuparon de dar testimonio de lo acontecido a sus lectores. A la descripción de los numerosos casos particulares, estudiados con detalle, se le suma el cuidadoso análisis de las implicaciones políticas e ideológicas que plantea, desde siempre, la representación de la guerra. Así pues, el volumen ofrece nuevas perspectivas a todos aquellos que se preocupan por la literatura y el periodismo -y por sus interrelaciones-, pero también, y muy especialmente, a quienes trabajan en el campo de la comunicación social.