El origen de la palabra samurái 侍 cuyo significado es ‘aquel que sirve’, data del siglo VIII, si bien el inicio como clase social surge en el siglo X y se consolida en 1185 tras la victoria del clan Minamoto frente al clan Taira. Sin embargo, tendrían que pasar tres siglos, hasta el período Sengoku (1467-1568), para que estos leales caballeros al servicio de sus daimyo, vivieran su momento de máximo esplendor. En la época más violenta y caótica de la historia de Japón, su pericia y habilidad con las armas era tan necesaria como imprescindible para conquistar nuevos territorios, defender los propios y vencer en batallas y guerras. Pero los samuráis o bushi no solo eran expertos jinetes con extraordinario dominio del arco y la espada, también poseían una refinada educación y se regían por un estricto código ético y de honor cuya aplicación se convirtió en los pilares centrales de su modo de vida, que forma parte en la actualidad, del carácter y filosofía del pueblo japonés. Este libro reúne los tres códigos esenciales de la clase samurái: Go-rin no sho
Venimos al mundo para habitar un escenario y representar como actores un guion escrito mucho tiempo atrás, en un pasado que nunca es definitivamente pasado. El escenario de nuestra vida es el mundo interpretado a través del lenguaje y de unos rituales y gestos heredados, y en el que la presencia espectral de los ausentes nos acerca al vértigo de un abismo que a la vez nos atrae y nos repele. A pesar de nuestro empeño por aferrarnos a certezas, y a toda suerte de referencias vitales fijas y estables, siempre nos acecha la experiencia de lo sombrío y lo inhóspito. Porque tal vez no seamos otra cosa que la trama de historias y relatos que nos contamos a nosotros mismos, Joan-Carles Mèlich reivindica en este espléndido ensayo la vida entendida como representación o drama, es decir, abierta al dolor y el abandono, pero también a la transformación constante y a la sorpresa de lo imprevisible. Y más allá del Sentido, la Razón y el Logos que la metafísica tradicional nos proponía como consuelo y guía, esta obra nos habla de un yo corpóreo, vulnerable y de naturaleza ficcional, pero que, como Molly Bloom al final del Ulises, se atreve a decir, incuestionablemente, sí.
Nuestra vida está llena de momentos y experiencias habituales: la comida que ingerimos, los olores que percibimos, las conversaciones que mantenemos o las personas con las que interactuamos. Y, sin embargo, preferimos centrar nuestra atención en aquello que consideramos único y singular. ¿Por qué pasamos por alto los pequeños detalles que conforman nuestro día a día?
En este originalísimo libro, y de la mano de los grandes filósofos de todos los tiempos, Tania Sánchez nos invita a mirar a nuestro alrededor de una manera distinta para redescubrir lo maravilloso que se esconde en las cosas y en los gestos más sencillos y afrontar así nuestras inquietudes más profundas.
Un apasionante viaje que revela la importancia de lo cotidiano.