Fotografías fijas comienza con la imagen de una niña taciturna que en 1939, a los cinco años, deja atrás Praga en tren, con los rascacielos de Nueva York en el horizonte. A pesar de su escepticismo hacia las autobiografías al uso, en este libro Janet Malcolm dirigió su atenta mirada hacia su propia vida a traves de las fotografías y de las memorias que estas le evocaban. Sus primeros amores caprichosos, su fascinación por lo que podía significar ser una "chica mala" y las veladas en la vieja MetropolitanOpera House son algunas de las piezas que componen este retrato íntimo de una infancia neoyorquina que nunca perdió de vista el influjo de Europa. El libro profundiza tambien en su matrimonio con Gardner Botsford, en el círculo de TheNew Yorker y en el juicio por difamación que la llevó al banquillo y a convertirse en personaje de su propio drama.
Desde hace una década vivimos la lenta despedida de la gran generación de la posguerra, la que protagonizó la Transición y que ha ocupado todos los ámbitos de poder (político, económico, cultural, mediático) durante los últimos cuarenta años.
Esta generación está siendo sustituida por los hijos y las hijas de la democracia. Es un cambio de personas, pero sobre todo de tiempo,del tiempo impreso en cada uno de nosotros. Es un cambio de valores, jerarquías y ritmos vitales. Es un cambio de experiencias vividas que transforma nuestra conducta y nuestra visión del mundo y de su funcionamiento. Y esto, a su vez, impacta de lleno en la política, en la relación de los individuos con ésta y en el papel que juega en la vida colectiva.
Estamos entrando en un mundo nuevo, que ha dejado atrás la seguridad y la lentitud para abrazar el cambio constante y la aceleración como valores dominantes de nuestra sociedad. Este es el tiempo del yo, un yo impaciente que circula por un escenario fragmentado y en medio de una gran confusión. Para aprender a manejarse en él, es preciso entenderlo, y para ello no hay mejor guía que este libro.
Puede que hoy sintamos más intensamente bajo nuestros pies el temblor de la destrucción de los monumentos. Movimientos como "Black Lives Matter", las justas reclamaciones de los descendientes de pueblos colonizados o las luchas por la memoria histórica tras las dictaduras del siglo XX han exigido reparaciones simbólicas que a menudo pasan por intervenir, retirar o demoler estatuas de personajes y acontecimientos heroificados por una sola versión de los hechos. Sin embargo, como nos invita a reconocer aquí Mauricio Tenorio, el subir y bajar de los monumentos es tan viejo como la propia historia. La auténtica novedad reside en el flamante monumento de nuestra era: el "selfie", la imagen que, gracias a la magia de las redes sociales, pretende congelar el gesto de destrucción como un acto monumental que rinde honores a la verdadera justicia y al definitivo progreso, y que ofrenda los escombros del presente en los altares de un futuro mejor, más ético y puro. Pero basta meter las manos en el barro del pasado para convencerse, con el autor, de que la historia no es sino una sucesión de infamias, y nada en ella nos indica que el porvenir tenga la capacidad de conjurar sus males. Frente al gesto reductor y estéril de la destrucción, Mauricio Tenorio propone buscar refugio en la ironía para alumbrar, con una buena dosis de autocrítica, la posibilidad de una relación con la historia que permita hacer cuentas con aquello que incomoda políticamente, mirándolo cara a cara. Repensando nuestros usos del discurso histórico y del espacio público, y, sobre todo, desmitificando sus poderes, tal vez podamos ofrecer a nuestra generación y a las que vengan algo más que ruinas.
Por lo general, la naturaleza suele revelarse como algo fascinante a pesar del cambio climático, pero a veces lo hace, asombrosamente, a causa de él. Algunos lagartos abaniquillos (del género "Anolis"), por ejemplo, han ampliado las almohadillas de los dedos para agarrarse mejor a los árboles debido a la creciente frecuencia de los huracanes. Las poblaciones del calamar de Humboldt van en aumento porque la temperatura elevada del agua altera de tal modo su desarrollo que los pescadores los confunden con otra especie y los devuelven al mar. Las flores silvestres que Thoreau conoció en Walden Pond florecen ahora varias semanas antes en primavera, y hay aves que él jamás contempló por allí y hoy se han convertido en residentes permanentes porque migran desde el sur a medida que aumenta la temperatura. En "Lagartos huracanados y calamares plásticos" Thor Hanson explora los extraordinarios medios a través de los cuales las plantas y animales están respondiendo a la crisis climática: moviéndose, adaptándose e incluso evolucionando. Este libro es un relato de esperanza, resiliencia y riesgo; un retrato inolvidable del cambio climático y del enmarañado tejido que conforma la vida: la historia natural fundacional de un tiempo antinatural.
Si bien las primeras expediciones a la Florida desde su descubrimiento en 1512 tuvieron en común su fracaso final, el intento de Pánfilo de Narváez en 1527 ha pasado a la posteridad como máximo ejemplo de insensatez e improvisación. Felizmente, tal catástrofe nos dejó el documento excepcional en que Álvar Núñez Cabeza de Vaca relató sus desventuras, desde la dispersión de las naves y el cautiverio de sus tripulantes, hasta su posterior liberación y la penosa peregrinación durante años por las tierras del actual sur de Estados Unidos. Si "Naufragios" posee un inestimable valor etnográfico por sus descripciones de pueblos y costumbres, la crónica alcanza tonos épicos en su narración de hazañas, calamidades y peligros, siendo la experiencia de su autor, como concluye Trinidad Barrera, un verdadero «descenso a los infiernos que sólo una naturaleza superior podía resistir».
Francesco Petrarca es una de las cumbres de la cultura occidental. Su legado intelectual, inmenso en su tiempo, supuso el origen de lo que todavía hoy entendemos por Humanismo. Pero, además de un gran filólogo y estudioso incansable de los clásicos, Petrarca fue también un hombre apasionado por la política de su tiempo, un católico devoto en constante reflexión sobre la virtud propia y ajena, un aspirante a filósofo cristiano —Platón, Séneca y san Agustín fueron sus grandes maestros— y, cómo olvidarlo, un poeta único, cuya huella en la literatura europea perduró durante siglos y aún hoy nos cautiva y condiciona.
Este libro recorre los avatares y las máscaras de esa figura, su trayectoria intelectual y las paradojas de su posteridad a partir de cuatro espléndidos y sabios textos de Francisco Rico, miembro de la Real Academia Española desde 1987 y el más insigne petrarquista de nuestro tiempo.