Ulises, el hombre de ingenio y mente deslumbrante; Alejandro Magno, cuyo sueño de un imperio mundial no se hizo realidad, pero que nos dejó un magnífico legado de civilización, tecnología y arte; la batalla de Teutoburgo, la gran derrota de Roma, muestra del horror de la guerra y la violencia, y también algunas de las páginas más sobresalientes de la contemporaneidad, como las guerras mundiales del siglo xx, en las que la Historia, como una verdadera magistra vitae, se repite y se revisita a sí misma. Si hay alguien que ha vivido muchas vidas en el espacio de una sola, sin miedo a viajar y a husmear en todos los pliegues del mundo, ése es Manfredi.
Desde la creación del mundo hasta la visión de la última gran batalla en el día del Ragnarok, encontramos en las leyendas y los mitos nórdicos infinidad de aventuras, magia y hazañas heroicas. Las historias sobre los viajes de Odín, el portentoso martillo de Thor, la muerte de Baldur o los pretendientes de Freya, entre otras, se hilan en un relato emocionante sobre los dioses y gigantes que reinaron en el gélido norte de Europa. El culto a las deidades paganas de estos pueblos, también llamados vikingos, se mantuvo hasta bien entrada la era cristiana en Escandinavia e Islandia, pero sus mitos, a diferencia de los de la antigua Grecia, se registraron por escrito siglos después de que esos territorios se convirtieran al cristianismo. Sin embargo, en la misma medida y aunque menos estudiadas que los dioses del Olimpo, sus figuras mitológicas han tenido una gran influencia en la cultura occidental; podemos afirmar que los nombres de Odín y Thor, Freya y Loki nos resultan familiares gracias a este libro.
Berlín, 1945. El Oficial de Control de Narcóticos Arthur J. Giuliani llega del sector estadounidense de la ciudad con la tarea de restablecer el orden en las calles de la antigua capital del Reich. Por todas partes son aún visibles las heridas abiertas por las bombas británicas, americanas y rusas, y en este paisaje desolador cada vez más gente recurre al uso de sustancias psicoactivas. Si hasta hace poco habían sido los estimulantes y los sedantes los que habían enfrentado a la sociedad con el problema de su regulación, en 1943 apareció en escena un nuevo tipo de droga, los alucinógenos, cuando el joven químico Albert Hofmann descubrió accidentalmente el LSD en los laboratorios de Sandoz en Basilea.
Cinco años más tarde, el Dr. Henry Beecher, profesor de Harvard, empezó a trabajar con el gobierno estadounidense para investigar el uso que los nazis hacían primero de la mescalina y luego del LSD como "suero de la verdad". Esta investigación allanó el camino a la mayor operación de inteligencia estadounidense para estudiar técnicas de control mental: MKULTRA, el infame programa de experimentos llevado a cabo por la CIA en los años 50 y 60, que utilizó LSD y métodos de tortura y manipulación mental para extraer confesiones. MKULTRA, que se creó con el objetivo de aniquilar a los enemigos comunistas de Estados Unidos y luego para imponer la manipulación masiva de la conciencia a toda una generación de estadounidenses, acabaría configurando la política antidroga estadounidense durante más de medio siglo.