La filosofía cambió de rumbo con la obra de Michel Foucault. El pensamiento ya no debe alzarse en una pirueta hacia las ideas ni buscar en el interior de las cosas una forma. Tampoco tiene que recorrer la compleja dialéctica de lo concreto a lo abstracto ni seguir el camino de las relaciones sociales. Para Foucault todo resultaba más sencillo: la filosofía tiene que mancharse las manos, escavar hacia el subsuelo, tiene que ser una arqueología capaz de historizar y diagnosticar el presente en que vivimos. Para alcanzar su objetivo, esta arqueología huirá de universales, claves de inteligibilidad o nociones previas y analizará prácticas y discursos que constituyen el fundamento de los regímenes de poder que nos oprimen.
Este proyecto, con la Historia de la sexualidad, se centra en las condiciones bajo las que se formaron los saberes, los sistemas de poder y los sujetos de la sexualidad. En tercer tomo, El cuidado de sí, Foucault problematiza y analiza «textos griegos y latinos de los dos primeros siglos de nuestra era» para hallar una mayor claridad sobre la doctrina del placer y las pasiones.
Esta historia nos descubrió que la sexualidad ajena a lo normal no debe ser una justificación de la marginación social o la exclusión política, sino que puede y debe ser una de las principales barricadas desde la que iniciar una rebelión genuinamente emancipadora.
En septiembre de 2015, más de ciento cincuenta jefes de Estado y de Gobierno se reunieron en la histórica Cumbre del Desarrollo Sostenible para aprobar la Agenda 2030, que consta de diecisiete objetivos de aplicación universal cuyo fin es lograr un mundo sostenible en 2030. Ahora bien, ¿esto es así? ¿Es verdad lo que nos han contado los medios? ¿Se oculta algo extraño tras este buenismo que piensa en el bienestar de la humanidad y en conseguir un mundo más igualitario y saludable? ¿Quién está realmente detrás de esta Agenda, y qué intereses espurios tiene?
Uno de los factores más determinantes en el deterioro de las democracias liberales ha sido la degradación del periodismo. De ser un pilar básico en la cultura democrática, con la función de garantizar la libertad de expresión y el derecho fundamental de la ciudadanía a recibir información veraz sobre los acontecimientos de interés público, la prensa ha perdido músculo como contrapoder, incluso, a menudo, para convertirse en correa de transmisión del poder.
Teodoro León Gross, desde la doble condición de periodista y académico, explica cómo el debilitamiento de los medios tradicionales y su progresiva pérdida de influencia han facilitado, además, la expansión de las opciones políticas populistas que se aprovechan de la confrontación «trumpista» con la prensa, en un clima de posverdad propicio para la propagación de fake news.
Este libro aborda la crisis que atraviesa el periodismo, y su paso de cuarto poder en el siglo XX a actor secundario en el siglo XXI al perder potencia como contrapeso real para los gobiernos. León Gross detalla los factores que han concurrido en esta «mediamorfosis» a partir del ocaso del modelo de negocio basado en la publicidad con la pérdida de independencia financiera, bajo fenómenos como la tabloidización y espectacularización, el deterioro de los hechos ante la indistinción con la opinión, el triunfo de la comunicación sobre la información... hasta el factor letal: la pérdida de valor de la verdad, que da sentido al periodismo, en toda la cadena de valor.
La muerte del periodismo es un diagnóstico perspicaz sobre la pérdida de prestigio y credibilidad de éste, así como sus efectos en el empobrecimiento de la conversación pública y la polarización de la sociedad en grupos encapsulados en realidades paralelas, con un consumo fragmentario y caótico de noticias en las redes sociales.