Este libro lo explica a partir del colapso de la izquierda. Aquella que creyó que la caída del ecosistema soviético en 1991 iba a devenir en una democracia liberal planetaria que, con sus más y sus menos, garantizaría un progreso apacible de la humanidad.
Sin embargo, a lo largo de las tres últimas décadas, los poderes realmente existentes han gangrenado la libertad y la democracia. Han empequeñecido el reparto de la riqueza y, para conseguirlo, ha resultado imprescindible la colaboración de amplios sectores de las élites políticas e intelectuales progresistas, que han transformado sus esperanzas frustradas en un profundo resentimiento contra todo lo que las hubo alimentado.
Para esa izquierda, la clase obrera conforma un populacho superado por la modernidad y la tecnología, incapaz de desprenderse de privilegios arcaicos y cuya nostalgia la asimila a la extrema derecha identitaria y racista. Al mismo tiempo, es la izquierda que defiende un Estado de seguridad que supuestamente protege a la población de las amenazas acechantes pero que, por el contrario, no para de reforzar el miedo, el odio y la persecución de chivos expiatorios. En definitiva, la izquierda que ha arrinconado la lucha de clases y que apuesta por un Estado de seguridad, va a amalgamarse con el racismo distinguido de los hombres poderosos y con el racismo vulgar de las clases subalternas alienadas.
Entonces, ante esta contrarrevolución en marcha, ¿qué hacer? Rancière tiene unas cuantas propuestas.
En Hegemonía sexual, Christopher Chitty rastrea los quinientos años de historia de las relaciones sexuales capitalistas. Se trata, en este sentido, de una verdadera arqueología de la dinámica de clase burguesa por regular la homosexualidad, pero también de las formas de resistencia y lucha de clases en ese ámbito. Tras las huellas de la politización de la homosexualidad masculina en la Florencia del Renacimiento, en Ámsterdam, París y Londres entre los siglos XVII y XIX, así como en la ciudad de Nueva York durante el siglo XX, Chitty muestra cómo la sexualidad se convirtió en una dimensión crucial de la acumulación de capital, al igual que en una importante técnica de dominio burgués. Ya sea por medio del control de la sodomía masculina durante el gobierno de los Médici en Florencia, o de la reiterada acusación contra la aristocracia francesa de practicar una sexualidad monstruosa en la Revolución francesa, la burguesía usó tanto la restricción como la libertad sexual para producir y controlar a las clases trabajadoras, transformándolas en una herramienta de producción fiable, subordinada a la sociedad civil y al Estado. De este modo, al abordar la sexualidad como un campo de contienda social, esto es, como un espacio privilegiado de la lucha de clases, Chitty nos propone embarcarnos en una política que destruya la sexualidad como herramienta y efecto del poder.
¿Son las nuevas tecnologías de la comunicación una amenaza real para la democracia? ¿A quiénes sirve la información extraída de la actividad on line de periodistas, políticos, activistas, empresarios y de cualquier persona? Pegasus, Cambridge Analytica son algunos casos actuales de espionaje digital de gobiernos de todo el mundo que no solo son utilizados para intereses nacionales sino que traspasa fronteras, como en el caso de la Rusia de Putin. Para responder a estas preguntas Leonardo Laso recurre a sus más de treinta años en la política, navegando “como delfín entre tiburones”, según él mismo se describe, como gran defensor de la democracia e innovador permanente en la comunicación política, siempre con principios y valores sólidos, con el bien común como premisa inclaudicable. Esta obra es pues el resultado de una larga carrera en la que su autor mira con dolor la decadencia de una política con gobiernos de corte autocrático, ya sean de izquierdas como de derechas, con partidos políticos que son más bien empresas electorales que centros de formación y pensamiento, que nos conducen hacia una institucionalidad cada vez más débil. Su propuesta es este Manual para Rescatar la Democracia, en la que el lector encontrará una buena combinación de juicio crítico, sentido común y pasión; para que los que formamos la “mayoría silenciosa”, esa inmensa cantidad de personas que luchamos y trabajamos cada día soñando con dejar a nuestros hijos un mundo mejor, apliquemos en nuestras vidas el principio de Jefferson: “la eterna vigilancia”.