Para Juan Antonio Gaya Nuño, Picasso poseía un imán para los escritores. Ningún autor español o latinoamericano renunció a acercarse al pintor malagueño. En el 50 aniversario de su muerte, Jose Esteban ha preparado una extensa antología con textos dedicados al autor del Guernica por escritores hispanos que lo conocieron o lo admiraron, desde Ricardo y Pío Baroja a Antonio Gamoneda. La nómina es larga, e incluye nombres como Ramón Gómez de la Serna, tal vez el más picassiano de los escritores españoles, Jose Bergamín, Jorge Guillen, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Alejo Carpentier, Cesar Vallejo, Juan Perucho, Max Aub, Pablo Neruda, Luis Buñuel, Camilo Jose Cela… La atracción hacia la literatura de Picasso le llevó a ilustrar varios libros de arte de destacados creadores de su generación y su residencia parisina fue refugio habitual del exilio español, lo que facilitó, además, el contacto entre los literatos y el pintor.
Los numerosos estudios sobre la historia de los delitos y las penas en la España contemporánea, han pasado de largo sobre estos fenómenos en períodos anteriores, cuando aún no se había instaurado la codificación formal. Delito y castigo en España trata asuntos siempre polémicos y controvertidos como el trato a los indígenas tras la llegada de los españoles a América; la realidad penal de la Inquisición; el mito de la supuesta «crueldad hispánica» en lo referente a la tortura judicializada, etc. Porque, como dice Juan Granados, «la antropología comparada ya ha mostrado hace mucho tiempo que los seres humanos tienden a parecerse y a comportarse de manera similar ante retos parecidos». Esta obra nos ayuda a descubrir hasta qué punto nuestros más remotos antepasados tenían las mismas inquietudes y prioridades que nosotros, a pesar de las enormes diferencias de modos y ritmos de vida. Estamos ante un ensayo breve y preciso sobre uno de los temas capitales de las vidas y fortunas de los españoles del pasado, llegando hasta nuestros días.
Años atrás, actuando como Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el magistrado Sergio García Ramírez clamaba, en uno de sus memorables votos razonados, por una reforma de los procesos, sustentada en los requerimientos de las Constituciones nacionales así como en los instrumentos del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, que permitiera «montar un sistema de defensa verdadera y eficiente, que batalle por los derechos del inculpado, con la misma constancia y consistencia con que recomienda Ihering la lucha por el derecho» El ensayo que tengo el honor de prologar parece responder a la demanda del ilustre jurista mexicano, al desgranar los múltiples aspectos a considerar para arribar a una conclusión asertiva respecto de la eficacia de la defensa, en el marco de cualquier procedimiento y no apenas en el que el autor ha sabido transitar en su actividad forense. Los interrogantes que Marcelo Rodríguez Jordán lanza en el inicio, en procura de un ensamble satisfactorio del sustantivo con el adjetivo componentes del título de su obra.