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100 RAZONES POR LAS QUE LLORO TOLSTOI

Tolstói se pasó la vida llorando: por su perro, por un poema o por su infancia perdida. Este es un libro juguetón, emocionante, puro deleite literario, puro fenómeno fan. De pequeño, el célebre escritor ruso Lev Tolstói tenía «una facilidad indecente para el llanto». Pero, mientras que sus contemporáneos aprendieron a contener las lágrimas al hacerse mayores, Tolstói nunca dejó de llorar. Lloraba de dolor, de emoción, de alegría, de impotencia… Este libro es un homenaje al Tolstói que siempre optó por vivir lo mejor y lo peor de este mundo con esa intensidad que induce al llanto. Las lágrimas de Tolstói nos abren una ventana por la que comprender a uno de los mayores artistas del siglo XIX, y hacen que nos preguntemos: ¿a qué viene este empeño nuestro por dejar de llorar? En este collage de momentos reales y ficticios, perfilado con deliciosas ilustraciones, Katia Gushina nos invita a asomarnos al alma más o menos secreta de un gigante de la literatura.
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NIDO DE PIRATAS

«En el pan, como hermanos; en la información, como gitanos». Nido de piratas es una historia del diario Pueblo, que comienza en 1964, cuando el periódico de los sindicatos verticales se traslada al número 73 de la madrileña calle de las Huertas. Bajo la batuta de Emilio Romero, y con una tirada de más de doscientos mil ejemplares, se encuentra en la cima del éxito. Entre whiskys, partidas de póker y una nube de humo de tabaco negro, se oye el inconfundible repiqueteo de las teclas de las Olivettis. Los reporteros y fotógrafos que se pelean por las exclusivas se cuentan por decenas. Y están dispuestos a todo. Así lo recuerdan en este libro muchos de los que por allí pasaron. Desde Arturo Pérez-Reverte hasta Rosa Villacastín, Carmen Rigalt, Raúl del Pozo, Julia Navarro (y su padre, Felipe Navarro, Yale) o Andrés Aberasturi. Pero también otros -abogados, curas, fotógrafos, peluqueros, etc.-, testigos directos de esa manera salvaje y apasionante de hacer periodismo. Pueblo, herido de muerte tras la salida de Romero, reacciona de forma tardía al golpe de Estado de Tejero, y sufre un fuerte recorte de plantilla y pérdidas millonarias. Aquel transatlántico en proceso de desguace se hunde irremediablemente. Esa parte de la historia, por desgracia, no parece tan ajena. Sus puertas cierran de forma definitiva en 1984, cuando el Gobierno de Felipe González termina de ejecutar el plan de Suárez de acabar con la prensa pública. Y, con él, desaparece una manera única, voraz y trepidante de entender el oficio.
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DE LA RESPONSABILIDAD DE LOS MINISTROS

Benjamin Constant publicó su opúsculo De la responsabilidad de los ministros en 1815. Existe una segunda edición de 1817. El texto apareció pocos meses después de la promulgación de la Carta constitucional de 4 de junio de 1814, llamada a regir en Francia tras la restauración borbónica. La intención del autor fue seguramente contribuir a que ese texto constitucional fuese interpretado y aplicado a la luz de la experiencia de la Inglaterra de su tiempo, de manera que sirviera de base para un régimen auténticamente liberal y, por consiguiente, alejado tanto de la reacción absolutista como del autoritarismo jacobino y bonapartista. Así, Constant expone la teoría y la práctica inglesas en materia de responsabilidad ministerial, que se condensan en la institución del impeachment. Su idea central es que la responsabilidad ministerial es una condición indispensable para la existencia de un régimen liberal. Sin embargo, desde un punto de vista intelectual y más allá de la intención política, el principal problema era que la idea misma de responsabilidad de los ministros distaba de ser nítida, incluso en aquella época.
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