Un familiar con demencia plantea nuevos retos al cuidador familiar. Se produce un cambio en los roles y dinámicas familiares y surgen diferentes problemáticas que afectan al cuidador tanto a nivel físico como psicológico-emocional y social. Por tanto, el cuidado del cuidador resulta fundamental para poder atender a su familiar e intentar reducir las consecuencias negativas. En esta guía de intervención, tanto los profesionales como los propios cuidadores pueden aprender acerca del perfil del «cuidador familiar», los motivos que habitualmente conducen a la asunción de ese rol, las etapas del cuidado y los distintos modelos teóricos sobre este. También se tratan las consecuencias más frecuentes, tanto negativas (sobrecarga, disminución de la calidad de vida, estrés, sintomatología depresiva, etc.) como positivas (satisfacción con el cuidado, mejora de la relación cuidador-cuidado, etc.), y los aspectos o factores que influyen en ellas. Además, se propone un programa de intervención psicoeducativa basado en dichas variables, donde el lector encontrará una batería de ejercicios detallados y técnicas concretas.
«¿Estoy perdiendo la cabeza?». Las personas con trastorno límite de la personalidad experimentan cambios de humor tan extremos e incontrolables que a menudo dudan de su cordura. Pueden pasar de la euforia a la desesperación en cuestión de segundos y presentan síntomas muy similares:
• Un sentido de la identidad inestable.
• Repentinos arrebatos violentos.
• Hipersensibilidad al rechazo real o imaginario.
• Relaciones amorosas breves y tormentosas.
• Frecuentes períodos de depresión intensa.
• Consumo de sustancias adictivas, trastornos de la conducta alimentaria y tendencias autodestructivas diversas.
• Un miedo irracional al abandono e incapacidad para estar solas.
El amor, fenómeno siempre difícil de encuadrar, es el auténtico protagonista de la reflexión de muchos autores de la Edad Media. Además de ser el punto de partida para conocer sin error, constituye el único medio para relacionarse de forma auténtica y segura con los otros y con el Otro.
Para Guillermo, la vivencia del amor desborda los límites de la razón común, que por sí sola no logra acceder a los misterios que fundan, sostienen y explican la realidad. Por esto, la insuficiencia de los sentidos corporales reclama esos otros que son interiores y espirituales, a través de los cuales se puede alcanzar la sabiduría, realizar la justicia y contemplar la belleza de todo lo que existe. La lógica humana no es, pues, la autosuficiencia, que enclaustra en uno mismo, sino el don que procede de fuera y que, al acogerlo, permite participar de Dios, amor derramado por el Espíritu en los corazones de los hombres según el modelo del Hijo.
El amor tiene así una profunda densidad antropológica, pero también epistemológica e incluso ontológica. El sensus amoris de la tradición monástica se revela como la vía decisiva para adentrarse en la íntima verdad del hombre, de Dios y de las cosas. De esta tradición nutre Guillermo su pensamiento y lo eleva hasta las más altas cumbres de la filosofía medieval.