Tras combatir en condiciones extremas y padecer un ingente número de bajas, los voluntarios de la División Azul cautivos iniciaron un calvario de más de una década por numerosas prisiones y campos de trabajo de la Unión Soviética de Stalin.
Durante ese tiempo, trasladados a pie o hacinados en trenes, sufrieron todo tipo de penalidades: hambre y frío, humillaciones y abusos, enfermedades y muerte. Al final, doscientos diecinueve divisionarios lograron regresar a España, exhaustos pero felices de haber sobrevivido a tan durísima experiencia.
El capitán Gerardo Oroquieta fue uno de los de mayor rango y ejerció entre sus hombres una benéfica influencia tanto por sus galones como por su admirable actitud ante las dificultades. De Leningrado a Odesa no solo nos permite vislumbrar uno de los regímenes más herméticos del siglo xx,sino descubrir el día a día de los españoles que, junto con los supervivientes de los campos nazis, experimentaron las vivencias más extremas de los últimos cien años.
A muchos nos aterra el nuevo auge del fascismo. Solo en Europa, la extrema derecha integra 5 gobiernos y tiene representación parlamentaria destacada en 27 países. Pero esto es apenas la punta del iceberg de un proceso bastante más complejo: el auge del Estado policial global como respuesta a la profunda crisis del sistema capitalista actual.
A medida que el neoliberalismo dispara las desigualdades hasta límites insospechados (los 26 millonarios más importantes del mundo poseen hoy más de la mitad de la riqueza mundial, mientras 2.000 millones de personas viven en situación de pobreza), los individuos se vuelven 'desechables'. Una población excedente que supone una amenaza de rebelión para la clase capitalista.
Hoy en día, en los países occidentales estamos viviendo tanto la fragmentación del binarismo del género, es decir, la división del mundo social en dos géneros, como su persistencia. Los géneros múltiples, los pronombres y los baños neutros, las designaciones X y otras manifestaciones en favor de la supresión del género se están convirtiendo en algo común. Sin embargo, la estructura ambivalente del género, con sus normas y expectativas discriminatorias, persiste en nuestra sociedad y encubre la continuidad del poder y el privilegio de los hombres. Por ello, antes de acabar de eliminar el binarismo, es necesario seguir valorando los logros de las mujeres, especialmente las de los grupos más excluidos.