Siddhartha Gautama, conocido como el despierto (Buda), fue un asceta y maestro que vivió en el sur de Asia durante el siglo VI. Según la tradición, nació en Lumbinı (hoy Nepal), hijo de un rey de la dinastía Sakya. Renunció a la vida principesca para convertirse en mendigo. Recorrió los bosques y las montañas buscando una intuición que le permitiera acceder a la naturaleza de lo real. Tras unos años de mendicidad, ascetismo y meditación, alcanzó su propósito bajo un árbol de Bodh Gaya. A partir de ese momento enseñó lo que había aprendido, primero en Benarés y después en los llanos que baña el río Ganges.
Escrita con sensibilidad y un conocimiento profundo de las fuentes, Juan Arnau nos ofrece una versión de la vida de Buda basada en textos sánscritos como el Buddhacarita, Lalitavistara y Mahavastu. Una narración fluida, de deliciosa lectura, donde se cuentan con singular belleza los episodios más significativos de la vida y enseñanzas del maestro. No es mérito menor de esta versión, impregnada de espiritualidad y lirismo, haber sabido conservar la fuerza y la sencillez de las antiguas narraciones. Completan el volumen un breve estudio de las fuentes y un glosario que ayudarán al lector a aclarar cualquier término desconocido y a transitar por los diferentes niveles de lectura de una biografía que ya es patrimonio de la Humanidad.
Vivimos un tiempo de aceleración generalizada. Creímos que la paralización global que supuso la pandemia permitiría una pausa, una reflexión y un cambio de ritmo. Pero no fue así. La inercia era demasiado fuerte. Al fin y al cabo, la aceleración es un patrón rítmico que se asentó en Occidente en los inicios de la Modernidad: entonces el discurso religioso asoció la lentitud al pecado capital de la pereza, mientras el discurso económico encumbró la rapidez en la producción y en los intercambios comerciales como símbolo de progreso y eficacia social. Así, la historia de la Modernidad es la historia de una discriminación: al erigir la velocidad como modelo latente pero absoluto de las virtudes sociales, las sociedades modernas inventaron un «vicio», la lentitud, es decir, la supuesta incapacidad de algunos individuos para «seguir el ritmo de los tiempos». A partir de esta idea, este ensayo lleva a cabo un estudio fascinante de la violencia simbólica que el sistema ejerce sobre todos nosotros. Laurent Vidal rastrea así la génesis de los lentos —esos individuos marginados por la maquinaria del progreso—, pero además desvela el modo en que estos han ido apropiándose de distintas estrategias vinculadas a la lentitud para subvertir la apisonadora de la Modernidad, resistiéndose a adecuar su propio ritmo orgánico, emocional e intelectual a las exigencias productivistas del sistema capitalista, yendo en contra del tempo impuesto primero por los relojes y los cronómetros y más tarde por otras tantas herramientas de control social. Así, al inventar nuevos modos de acción basados en las rupturas del ritmo dominante, los lentos nos ofrecen una visión diferente, y cada día más necesaria, de la emancipación. Combinando el rigor erudito de un gran historiador con la sensibilidad de un magnífico escritor, este ensayo abre nuevos horizontes para repensar nuestra relación con la libertad en un mundo donde la existencia ordinaria queda tantas veces asfixiada por el ritmo impuesto por todo tipo de 'gadgets' y 'apps'.
Censurada y finalmente prohibida por el Instituto Freud de Viena, esta controvertida y brillante conferencia pudo ser pronunciada en el Museo Freud de Londres. Aún parecen escucharse los ecos de la inquebrantable voz de Said.
El autor presenta en este ensayo una aproximación multidisciplinar, nutriéndose de fuentes procedentes de la literatura, la arqueología y la teoría social, para explorar el profundo significado que Moisés y el monoteísmo, según Sigmund Freud, tienen para la política actual en los países de Oriente Medio. El ensayo, que muestra el permanente interés de Said por la obra de Freud y la influencia de la misma en su propio trabajo, plantea que la tesis de Freud al afirmar que Moisés fue un egipcio socava la idea misma de identidad pura y mantiene que la identidad no puede pensarse ni entenderse sin el reconocimiento previo de los límites que son inherentes a ella. Said sugiere que, desde esta perspectiva, ese sentido de identidad aún no resuelto podría, de haber tomado cuerpo en la realidad política, haber formado una buena base para lograr la comprensión mutua de judíos y palestinos. En lugar de eso, la imparable marcha de Israel dirigida al establecimiento de un estado exclusivamente judío niega cualquier percepción de un pasado más complejo que incluye a ambos.