Ningún otro lema domina hoy el discurso público tanto como la transparencia. Según Han, quien la refiere solamente a la corrupción y a la libertad de información, desconoce su envergadura. Esta se manifiesta cuando ha desaparecido la confianza y la sociedad apuesta por la vigilancia y el control. Se trata de una coacción sistémica, de un imperativo económico, no moral o biopolítico. Las cosas se hacen transparentes cuando se expresan en la dimensión del precio y se despojan de su singularidad. La sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual.
Google y las redes sociales, que se presentan como espacios de libertad, se han convertido en un gran panóptico, el centro penitenciario imaginado por Bentham en el siglo XVII, donde el vigilante puede observar ocultamente a todos los prisioneros. El cliente transparente es el nuevo morador de este panóptico digital, donde no existe ninguna comunidad sino acumulaciones de Egos incapaces de una acción común, política, de un nosotros Los consumidores ya no constituyen ningún fuera que cuestionara el interior sistémico. La vigilancia no se realiza como ataque a la libertad. Más bien, cada uno se entrega voluntariamente, desnudándose y exponiéndose, a la mirada panóptica. El morador del panóptico digital es víctima y actor a la vez.
El compositor estadounidense de origen austriaco Arnold Schoenberg (1874-1951) fue un icono internacional en su época. Su sistema dodecafónico se consideraba el futuro de la música. Hoy las principales orquestas rara vez tocan sus obras, y su nombre es recibido con apatía, cuando no con antipatía.
Este libro, que en ningún momento pierde de vista al lector no especializado, es una apasionada defensa de Schoenberg, compositor de algunas de las obras más intimidatorias jamás escritas y cuya vida -con sus facetas de pintor, compositor, profesor, judío exiliado, escritor y pensador- puede entenderse como un gran relato de la cultura occidental del siglo XX. Harvey Sachs muestra cómo el músico se rebeló contra la tradición, luchó por ser aceptado en el contexto de las calamidades de su época, desafió a sus críticos -entre ellos los nazis, que calificaron su música de degenerada- y se enfrentó constantemente al antisemitismo, que acabó precipitando su huida de Europa a Los Ángeles.
Sintetizando el exceso wagneriano con la contención brahmsiana, Schoenberg generó sin embargo una onda expansiva que nunca se calmó del todo y, como Sachs argumenta con fuerza, acercarse a él y a su obra es indispensable para cualquier persona interesada en el pasado, el presente y el futuro de la música occidental.
La madrugada del 24 de marzo de 1976, María Estela Martínez de Perón, Isabel, dejó de ser presidenta de la Argentina, casi dos años después de la muerte de Juan Domingo Perón. El helicóptero que la sacó de la Casa Rosada no fue a la Quinta de Olivos. ¿Quién la acompañaba? ¿Fue víctima de una trampa de su propio entorno? ¿Por qué Massera la tuvo estrictamente vigilada? ¿Cómo es la vida hoy de esta mujer, a la que envuelve un silencio que parece más obligado que voluntario? Casi olvidada, o tal vez escondida, es momento de empezar a contar lo que vio, lo que sabe y lo que oculta.