A comienzos del siglo XVIII, la clase guerrera nipona gozaba de privilegios y de una época de paz. Como consecuencia, las nuevas generaciones se entregaban a los placeres mundanos y olvidaban su deber con el clan. Para que no se perdieran los valores de sus antepasados, un joven samurái buscó al monje ermitaño Jocho, que había sido un fiel servidor de Nabeshima Mitsushige, y recogió durante seis años sus testimonios. Las conversaciones que surgieron de este encuentro son el punto de partida y la esencia de Hagakure, una ventana única al pasado para redescubrir la filosofía de lealtad, deber y valor que sigue arraigada en el pueblo japonés y que inspira, todavía hoy, a multitud de personas en todo el mundo.
A comienzos del siglo xx, Rusia era un enorme imperio que se extendía desde Polonia, Ucrania y Bielorrusia en Occidente hasta el océano Pacífico en el Lejano Oriente. Al frente de este inmenso país estaba el zar Nicolás II, cuya dinastía, los Románov, había gobernado en Rusia desde principios del siglo xvii con una mezcla letal de crueldad hacia sus súbditos, expansionismo colonial e incompetencia reaccionaria.
En 1917, la Primera Guerra Mundial exacerbó las tensiones en Rusia. En marzo, Nicolás II abdicó y el gobierno provisional que ocupó su lugar para organizar unas elecciones democráticas duró solo ocho caóticos meses antes de que los bolcheviques de Lenin lo derrocaran. En La Revolución rusa, el prestigioso historiador Victor Sebestyen narra los apasionantes acontecimientos que, entre 1917 y 1924, llevaron a la fundación de la Unión Soviética.
Exquisitamente documentado, lujosamente ilustrado y repleto de personajes clave como Lenin, Trotski o Stalin, y de episodios dramáticos como el fusilamiento de la familia real o la rebelión de los marinos de Kronstadt, La Revolución rusa es una obra imprescindible para comprender unos acontecimientos que cambiaron el rumbo de la historia y siguen influyendo en nuestro presente.
Cuando pensamos en los escitas imaginamos un pueblo nómada y bárbaro. En realidad, en su apogeo, los escitas fundaron el primer gran imperio del mundo, que abarcó desde Mongolia y el noreste de China al noroeste de Irán y el Danubio, y que por el sur llegó hasta el mar de Arabia. Su influencia fue decisiva en el surgimiento de la edad clásica en civilizaciones de toda Eurasia, desde el mar Negro hasta China.
En El Imperio escita, el prestigioso historiador Christopher I. Beckwith nos descubre, recurriendo a multitud de fuentes, la historia de este imperio hasta ahora ignorado. Tanto a través de su influencia directa como gracias a la obra de sus sucesores —entre los que se cuentan los imperios persa e indio y los Qin en China—, los escitas y su imperio modelaron el mundo antiguo de una forma sin parangón hasta entonces, en ámbitos tan variados como el armamento, la vestimenta o el gobierno. Inventores del monoteísmo, su impronta es también patente en la religión y la filosofía, con figuras de talla universal como Zoroastro, Buda y Lao-Tse, todos ellos de herencia escita.