Desde su publicación en 1945, American-Spanish Syntax ha suscitado un profundo interés no solo en el ámbito de los estudios sobre la variación del español en América, sino también entre la crítica de la notable producción literaria hispanoamericana. El propósito de Charles E. Kany al concebir esta obra fue, como él mismo declaró, reunir las tendencias más destacadas de la sintaxis en esta variedad, con especial referencia a los usos populares, que explica y describe en cuanto a su delimitación social y geográfica. Para su elaboración, extrajo ejemplos de autores relevantes del siglo XX, de materiales, literatura regional y obras lexicográficas, cuyos datos contrastó personalmente, tanto en sus viajes a distintos países americanos como mediante el cotejo con informantes orales. Es la primera obra de este tipo, e iluminó el trabajo de investigadores, estudiantes y profesores de español, en una época en la que los estudios sobre el español americano estaban aún en ciernes. La excelente acogida de este trabajo llevó a su autor a realizar una segunda edición corregida y aumentada, para la que contó con nuevos corresponsales de la talla del chileno Luis Cifuentes García, el paraguayo Marcos A. Morínigo, el boliviano Antonio Díaz Villamil o el insigne Ángel Rosenbalt (Argentina y Venezuela).
Se dice a menudo que las lenguas están para entenderse, al igual que se ha vuelto un cliché afirmar que la diversidad lingüística es un bien que nos enriquece a todos. Sin embargo, las lenguas suscitan enconadas querellas y son fuente de enfrentamientos políticos cuando se convierten en potentes marcadores identitarios, como vemos en el caso de los movimientos nacionalistas. Existe además una preocupación creciente por su desaparición en todo el mundo, lo que se denomina «la muerte de las lenguas», sobre la que vienen alertando activistas y expertos y de la que se hacen eco instituciones internacionales como la Unesco o el Consejo de Europa. Hay, en definitiva, demasiadas cosas que se dan por supuestas en las discusiones sobre las lenguas y la diversidad lingüística que están plagadas de metáforas, falacias, clichés y excesos retóricos. En este lúcido ensayo, Manuel Toscano plantea la necesidad de desbrozar el terreno para una reflexión ecuánime sobre el uso de los idiomas como medio de comunicación, patrimonio cultural y seña de identidad. Con datos y argumentos contrastados, repasa la situación a escala global, expone en qué consiste el valor comunicativo de una lengua y los mecanismos que operan en el surgimiento de una lengua franca, sopesa el papel de la lealtad de los hablantes así como las tesis del nacionalismo lingüístico o la noción de lengua propia, y analiza, por último, el complicado asunto de los derechos lingüísticos.
A Gilles de Rais, barón, terrateniente y mariscal de Francia, pocas figuras le hacían sombra en cuanto a poder feudal, prestigio y posesiones. Heredero de un gran patrimonio, se cuenta que su fortuna superaba a la del mismísimo rey. Alcanzó la gloria militar en el contexto de la Guerra de los Cien Años como compañero de armas, protector y admirador de Juana de Arco, santa y heroína de Francia. Pero en lo que verdaderamente no tuvo rival en su época fue como criminal demente y aterrador, violador y homicida. A él se le considera el primer asesino múltiple de la historia. Su momento mayor excitación sexual se producía cuando veía a los niños morir, ya fuesen estrangulados hasta la asfixia o degollados y chorreando sangre.
La falta de límites propia de la nobleza feudal explica en parte por qué Gilles de Rais se convirtió en el monstruo desalmado que fue. Pero tan interesante como analizar su contexto histórico, lo es profundizar en las casuísticas personales que forjaron su comportamiento destructivo y delirante.