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MATERIA QUE RESPIRA LUZ

La teoría cuántica es la teoría más fascinante que haya concebido la imaginación humana. Se apoya en cuatro principios: la complementariedad (que exige incorporar la intención del investigador al experimento); la incertidumbre (que establece un límite al hecho mismo de observar); la espontaneidad (que niega que la materia sea inerte o mecánica, y la muestra activa y respirando luz); y el entrelazamiento (que obliga a reconocer que todo está relacionado con todo, como decían Parménides o Plotino). La filosofía entra en la propia teoría y los principios de libertad y reciprocidad espantan los fantasmas cartesianos del universo máquina. La intencionalidad del investigador se cuela en el experimento y la materia rehusa ser objetiva, reclamando su condición de sujeto. La formulación de la teoría cuántica se debe a un conjunto de físicos geniales, capitaneados por Niels Böhr y sus dos escuderos: Heisenberg y Pauli. Tuvo, además, dos grandes enemigos, tan geniales como los anteriores, Einstein y Schrödinger, que paradójicamente contribuyeron a establecerla. Lo que muestra esta elegante teoría es que todo experimento acaba por convertirse en experiencia. El universo es el conjunto de todas las experiencias. La experiencia del materialista y la del idealista, la del creyente y el ateo, la del ave, el insecto, la planta o el mineral, son todas ellas reales. No en función de su contenido, sino por el hecho mismo de ser experiencias. La elección de una experiencia u otra es condicionada. La libertad no puede entenderse sin la necesidad. Esa es la revolución, filosófica, que plantea la nueva física. Un desafío en toda regla a nuestro modo de entender la realidad.
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EL FUTURO DE LA REVOLUCION

Por mucha propaganda negruzca y viscosa que las compañías petrolíferas quieran verter sobre nosotros, la crisis climática no es un problema de «huellas de carbono» individuales ni de grandes soluciones tecnocientíficas: en realidad, la responsabilidad del calentamiento global arraiga en una ínfima minoría capitalista. De hecho, el último gran estudio al respecto demuestra que solo 100 empresas son responsables del 70 % de las emisiones globales desde 1988. Inaudito, ¿verdad? Pero real. Esas empresas están poniendo en gravísimo riesgo la vida de toda la humanidad y del planeta: han expropiado nuestra atmósfera, nuestros medios de supervivencia y nuestro futuro común. Por supuesto, son ellas quienes poseen, controlan y se benefician en gran medida de la producción material que da lugar a dichas emisiones, pues no nos engañemos más: el poder de la economía no está disperso entre los consumidores, es la producción (estratégicamente deslocalizada y oculta a nuestros ojos) la que en secreto limita y dicta el consumo. Y la única forma de cambiar ese modelo y sus devastadoras consecuencias será mediante una lucha.
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EUROPA ENCADENADA

'El proyecto de un conjunto europeo unido, pese a todas sus carencias y contradicciones, es lo mejor que han inventado las naciones de Europa en su secular historia', dice Sami Naïr en este ensayo sobre la Unión Europea. Pero pone en evidencia, con una claridad proverbial, cómo el objetivo inicial se ha visto atrapado en una estrategia económica basada esencialmente en la competencia 'libre y no falseada', excluyendo toda dimensión de políticas públicas comunes. Demuestra que la inexistencia de la Europa social no fue una deriva lamentable, sino una orientación inherente al paradigma neoliberal impuesto a finales de los años 1980, y respaldado por partidos conservadores y socialdemócratas, en nombre de un vacilante 'interés general europeo'. Naïr revela que fueron los socialistas franceses quienes, bajo los mandatos de François Mitterrand (1981-1995), abrieron las puertas a esa vía neoliberal, aliándose con los conservadores europeos. En esta elección reside la debilidad estructural de la izquierda europea. Aunque la Unión Europea haya conseguido notables logros -moneda única, un gran mercado, libre circulación de los ciudadanos, etc.-, las desigualdades entre naciones dentro del mercado único, la desindustrialización o la aniquilación de los servicios públicos nacionales están provocando un profundo malestar, y generan el auge del escepticismo antieuropeo. Hay una relación directa entre neoliberalismo y neopopulismo. Ha llegado el momento, sostiene el autor, de iniciar políticas públicas mutualizadas entre Estados para salir de este atolladero. Y dar a Europa el papel mundial que merece: superar su impotencia ante los grandes bloques (EE.UU., China), elegir la transición ecológica, fortalecer su solidaridad con Ucrania y afrontar los retos en África, Oriente Medio y en el Mediterráneo. Sami Naïr aborda, en este imprescindible ensayo, todas estas problemáticas y propone sendas para la Europa soberana que necesitamos.
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