JUDITH BUTLER (1956) es una figura incómoda, a veces incomprendida y otras mal interpretada y aun instrumentalizada como diana de la polémica en el ámbito de campañas ideológicas, empezando por cuanto atañe a las cuestiones de género y la teoría crítica.
Transitar los principales caminos de su pensamiento, como propone el presente volumen, nos ayuda a desvelar la riqueza y la complejidad del itinerario intelectual de la filósofa estadounidense, intensamente entregada a una labor que tiende a crear condiciones concretas de vida para todas las personas a partir de una concepción «radical» de la igualdad.
«Siempre he sido feminista. Esto significa que me opongo a la discriminación de las mujeres, a todas las formas de desigualdad basadas en el género, pero también significa que reclamo una política que tome en cuenta las restricciones impuestas por el género en el desarrollo humano».
En el presente ensayo de investigación, Joana Masó y Eric Fassin reivindican el legado de la artista y poeta alemana Elsa von Freytag-Loringhoven (1874-1927) cuya figura los historiadores de las vanguardias olvidaron y no se la reconoció dentro del movimiento esencialmente masculino que fue dadá. Podría decirse que la baronesa von Freytag-Loringhoven dio cuerpo a la vanguardia neoyorquina de principios del siglo XX: creó piezas con objetos encontrados; fue modelo lejos de la figura de una musa y performer en acciones de denuncia contra los postulados artísticos de sus contemporáneos. Llevó a cuestas un momento de la vanguardia que no llegó a hacer historia y del que también participó Marcel Duchamp de manera fugaz: ambos desafiaron la fascinación por la autoría y el mercado del arte.
Jim Morrison, líder de The Doors e icono de la contracultura, fue hallado muerto, con solo 27 años, en la bañera de un piso de París. Pocos saben que hasta llegar a ese trágico desenlace sufrió un brutal y absurdo acoso político, judicial, policial y mediático. Morrison, el primer cantante de rock detenido en un escenario y uno de los primeros en sufrir la cultura de la cancelación, fue empujado a un demencial juicio en Miami y se enfrentó a enemigos tan poderosos como el presidente Nixon; J. Edgar Hoover; los medios de comunicación; decenas de reaccionarios leguleyos y un juez conservador con aspiraciones políticas. Pero, tal vez, su peor enemigo fue él mismo.