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EL CASTILLO DE LOS ESCRITORES

Probablemente nunca se han reunido bajo un mismo techo tantos escritores de prestigio internacional como durante los juicios de Núremberg de 1946-1949, cuando se decidió albergar en el Castillo de Faber -perteneciente a la familia detrás de la famosa marca de lápices Faber-Castell- a los autores y periodistas internacionales que venían a informar sobre aquel juicio a las atrocidades de la guerra y el Holocausto. El castillo se convirtió en un lugar de frenética actividad periodística, pero sus huéspedes también convivieron, discutieron, bailaron, se desesperaron y bebieron (algunos hasta el delirium tremens). Entre aquellos escritores, muchos de ellos aún poco conocidos, estaban Erich Kästner y Erika Mann, John Dos Passos y Martha Gellhorn, Augusto Roa Bastos, Victoria Ocampo y Xiao Qian. Como corresponsales de distintos medios, miraron a la cara a los criminales en el tribunal, fueron testigos del empleo de la más moderna tecnología (como la interpretación simultánea a todos los idiomas) y trataron de encontrar las palabras para narrar lo inenarrable, para hacer conocedor al mundo de aquel horror sin precedentes. En el microcosmos del castillo Faber tuvieron lugar encuentros de antiguos exiliados con supervivientes del Holocausto, comunistas con representantes de grupos mediáticos occidentales, reporteros de primera línea con extravagantes y reputados reporteros. Dormían en catres y se reunían en el bar, el salón, la sala de juegos y el cine que los aliados habían instalado en aquel albergue global. Juntos se asomaron al abismo de la historia y reflexionaron sobre la culpa, la expiación y la justicia, algo que los cambió y cambió su escritura para siempre.
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EL MEJOR DE LOS MUNDOS POSIBLES(LEIBNIZ)

Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) ocupa un lugar especial entre los grandes pensadores del siglo XVII. Este genio inclasificable se negó obstinadamente a limitarse a una sola disciplina: filósofo, inventor, matemático, viajero, historiador y novelista, tenía una personalidad fascinante y tejió una impresionante red de contactos. Conocido por su optimismo, insistía en la posibilidad de mejorar el mundo incluso cuando todo parecía sombrío. En setenta años de actividad desenfrenada, revolucionó las matemáticas, esbozó un sinfín de máquinas e innovaciones técnicas y desarrolló un sistema metafísico único. Michael Kempe, uno de los mayores expertos en Leibniz y un gran narrador, ha elegido siete días clave en la desbordante vida del filósofo, fechas que marcaron un giro en su trayectoria y en su obra. Una mañana del otoño de 1675, en París, su pluma trazó un signo matemático nuevo, el de la integral, que revolucionó las matemáticas y dio luz al cálculo diferencial, indispensable para ingenieros, economistas y epidemiólogos; en 1696 Leibniz conversaba en la corte de Hannover con la gran señora de la casa principesca de Herrenhausen , Sophie, sobre el consuelo en la filosofía; en abril de 1703, en Berlín, sentó las bases del sistema binario que acabaría siendo la base de la informática. Atento a los pequeños detalles curiosos o emocionantes, Kempe los conecta hábilmente con el desarrollo del pensamiento de Leibniz y nos demuestra hasta qué punto bajo su peluca y su levita había un pensador decididamente moderno (muy lejos de su retrato volteriano en Cándido, donde aparece como un rígido racionalista perdido en el mundo de las ideas). En el centro de la vida cultural en los albores de la Ilustración, intercambiaba correspondencia con todos los príncipes y eruditos de Europa, y su influencia en nuestro presente es innegable.
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FREUD Y LOS NO EUROPEOS

Censurada y finalmente prohibida por el Instituto Freud de Viena, esta controvertida y brillante conferencia pudo ser pronunciada en el Museo Freud de Londres. Aún parecen escucharse los ecos de la inquebrantable voz de Said. El autor presenta en este ensayo una aproximación multidisciplinar, nutriéndose de fuentes procedentes de la literatura, la arqueología y la teoría social, para explorar el profundo significado que Moisés y el monoteísmo, según Sigmund Freud, tienen para la política actual en los países de Oriente Medio. El ensayo, que muestra el permanente interés de Said por la obra de Freud y la influencia de la misma en su propio trabajo, plantea que la tesis de Freud al afirmar que Moisés fue un egipcio socava la idea misma de identidad pura y mantiene que la identidad no puede pensarse ni entenderse sin el reconocimiento previo de los límites que son inherentes a ella. Said sugiere que, desde esta perspectiva, ese sentido de identidad aún no resuelto podría, de haber tomado cuerpo en la realidad política, haber formado una buena base para lograr la comprensión mutua de judíos y palestinos. En lugar de eso, la imparable marcha de Israel dirigida al establecimiento de un estado exclusivamente judío niega cualquier percepción de un pasado más complejo que incluye a ambos.
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