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LISIS. PROLEGOMENOS SOBRE AMOR Y ONTOLOG

Sócrates no solo sabía que ignoraba toda técnica para acceder al bien y al Dios. Precisamente sabía que la ignoraba porque entendía de amor; y como entendía de amor, entendía de muerte. La sabiduría socrática es siempre, por lo menos, muy difícil de superar. ¿Acaso en nuestro tiempo se la ha dejado atrás definitivamente? ¿No ocurrirá que todavía tiene que enseñarnos lo que solo hoy, devastado el mundo en formas que antes no se pudieron imaginar, podemos aprender? Tal vez por ello sea preciso volver a hacerse niño, para escuchar y mirar de nuevo los temas que mueven el corazón humano: el amor a los padres y a los amigos (philía), el amor que nace de la atracción (eros), amores ambos que tienen que ver con la caza filosófica y confrontan con la alteridad de los otros. Se entra en la amistad y en el amor erótico sin saber cómo, no guiados por la conciencia o los conceptos, y menos aún por la filosofía. Pero nada obliga a suponer que la evolución de eros y philía tenga que conservar esta condición. El ser humano es también afán de claridad, afán de control de sí mismo; en definitiva, buscador de la virtud y la excelencia, que en la vida adulta a veces logra abrir a la trascendencia.
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EL PARAISO QUE MERECE SER RECOBRADO

En 1843 H. D. Thoreau escribió una reseña de El Paraíso al alcance de todos los Hombres, sin Trabajo, mediante la Energía de la Naturaleza y la Máquina, de J. A. Etzler. La reseña criticaba las utopías tecnológicas que pretenden transformar el mundo con la excusa de conseguir un paraíso de abundancia y felicidad para el ser humano, mediante la aplicación y el desarrollo de las técnicas y la maquinaria industrial. Las obras de Thoreau no parecen suscitar hoy la rebeldía y la desobediencia que debiera inspirar una lectura consecuente de su obra, donde la experiencia de la naturaleza se convirtió en la defensa de una conciencia que corría el peligro de extraviarse con los avances de la modernización. No se trata en Thoreau, por tanto, de una defensa de la naturaleza como si de un protoecologista se tratase. Más bien nos encontramos ante la resistencia de la conciencia individual a las transformaciones que la economía industrial empezaba a propiciar en el siglo XIX. Hoy vivimos la culminación de esa época y sus desastrosas consecuencias. Las desaforadas utopías tecnológicas ya no sólo pretenden transformar el mundo para ofrecernos un inmenso y artificial Jardín del Edén, sino que, ante la constatación del fracaso de sus intentos, la única respuesta es una nueva vuelta de tuerca en el acondicionamiento tecnológico, que se extiende a cada vez más ámbitos de la existencia. El cultivo de nuestra conciencia no sólo ha perdido su relación con la naturaleza, sino que puede llegar a ser prescindible en un mundo donde todo lo producido tendrá la marca de «inteligente» para evitarnos el trabajo de serlo nosotros. Quizá sea demasiado pedir que los libros tengan hoy la capacidad de inspirar, siquiera de conmover, a quien los lee. Si con El paraíso —que merece ser— recobrado contribuimos, al menos, a ofrecer una oportunidad para el cultivo de cierta rebeldía contra este estado de cosas, nos daremos por satisfechos.
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UNA CITA CON BORGES

José María Conget (Zaragoza, 1948) es licenciado en Filosofía y Letras. Ha ejercido como profesor o gestor cultural en Glasgow, Lima, Londres, Nueva York, París y varios pueblos y ciudades españolas. Actualmente reside en Sevilla. Es autor de novelas, cuentos y ensayos y fue comisario de la exposición El cómic español de la democracia (1975-2005). Sus últimas publicaciones han sido las colecciones de relatos La ciudad desplazada (2010), La mujer que vigila los Vermeer (2013), Confesión general (2017), Juegos de niñas (2019) y La verdad sobre el amor (2023); y las novelas La bella cubana (2015), El mirlo burlón (2018) y Cenas de amigos (2022). Fue premio de las Letras Aragonesas en 2007 por el conjunto de su obra.
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