¿Debemos creer a ciegas, como única verdad, en la visión del mundo y de la vida como una historia de final feliz? Esta rosácea pintura ha sido y es tenazmente defendida por el humanismo optimista que profesan los teóricos del progreso, el teísmo occidental y el pensamiento políticamente correcto de los gobiernos, que no suelen parase en barras, dicho sea de paso, a la hora de homologar al suicida con el demente y con el homicida. En su meditación, dirigida a todo hombre, sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir, Schopenhauer pretende mostrarnos, enarbolando la bandera de un humanismo pesimista, otras verdades más hondas, aunque más inquietantes, sobre nuestra naturaleza que han impresionado seriamente a figuras tan relevantes de nuestro siglo como Tolstói, Freud, Wittgenstein, Horkheimer, Thomas Mann y Charles Chaplin.
El viaje con el que arranca este maravilloso libro evoca la primera de tantas fugas de Arthur Rimbaud, en 1870, huyendo de su madre. Para el autor de Iluminaciones y Una temporada en el infierno, la vida se organiza en movimiento, el estado supremo de la poesía. Sylvain Tesson, que comparte con él la naturaleza inquieta del caminante, sigue los pasos del enfant terrible desde sus primeros versos en latín hasta las ansias de aventura que lo condujeron a Abisinia. Rimbaud se movió sin descanso, cambiando constantemente de punto de vista. Escapó de las Ardenas, pasó por salones parisinos de los que no quiso formar parte, persiguió el amor en Bélgica, vagó por Londres y se aventuró a morir en las pistas de tierra africanas.
Un verano con Rimbaud recorre paisajes reales e imaginarios y se adentra en expresiones y versos del poeta como su conocido «yo es otro», que permite reflexionar sobre la escisión del sujeto moderno, o su famoso poema de las vocales. Tesson comprende como nadie su necesidad de desplazarse, propone una interpretación sutil y elegante de sus versos y aviva en el lector el deseo de conocer o reencontrarse con una obra escasa pero salvaje.
Hay en la experiencia de leer una felicidad y libertad que resultan adictivas. La lectura libera. Se extiende a leer la vida, a leer quiénes somos y en dónde estamos. Anima las conversaciones de lector a lector. Se contagia por los lectores en acción: padres, maestros, amigos, escritores, traductores, críticos, editores, tipógrafos, libreros, bibliotecarios y otros promotores del vicio de leer.