María Luisa de Parma bautizó como "la trinidad" al singular triángulo que formó con Carlos IV y Manuel Godoy. Triángulo entre cuyos vértices se dirimieron las dinámicas de poder, traiciones y, sobre todo, ambiciones desmedidas y fallos de cálculo que terminarían por entregar el país a un oportuno cuarto en discordia: Napoleón Bonaparte. Con un rigor impecable y apoyándose en el estudio minucioso de las fuentes directas, Antonio Elorza recompone en este ensayo la secuencia frenética de acercamientos estratégicos, desafecciones y puñaladas entre los cuatro, pero especialmente entre Godoy y Napoleón, con los que el primero intentaba ganar para sí la legitimidad de un poder que ya ejercía de facto, y el segundo buscaba expandir su imperio. Y demuestra que, gracias a la ambición de Godoy, Napoleón pudo llevar a cabo pacíficamente la ocupación militar de España. Las consecuencias catastróficas de este juego de tronos castizo incluyen la derrota de Trafalgar, que ya hace inevitable la pérdida del imperio americano, y la posterior Guerra de Independencia, trágica destrucción de un país que reflejó Goya en sus Desastres. De otra parte, supuso también la ruina de Napoleón, quien terminó por reconocer que "los españoles se comportaron en masa como un hombre de honor" y que, después de todo, "merecían algo mejor".
9 de agosto de 378. En las llanuras al noroeste de la ciudad de Adrianópolis, en la provincia romana de Tracia -actualmente Turquía- se desarrolló una batalla decisiva para el Imperio Romano. Las legiones del emperador Valens se enfrentaron a las hordas godas que habían atravesado la frontera más oriental del imperio y sufrieron la más severa derrota desde la victoria de Aníbal en Cannae seiscientos años antes. El imperio sobrevivió todavía un siglo a la sangrienta batalla de Adrianópolis, pero ese día marcó un punto de inflexión: fue el inicio de su fin.
Alessandro Barbero ofrece al lector un apasionante y minucioso relato de esta batalla legendaria y plasma el mundo cambiante en el que se produjo. El resultado es la prodigiosa recreación de una derrota que marcó el inicio de la decadencia del Imperio Romano.
No hay una sola definición de la muerte, ni una sola interpretación, aunque sí un hilo conductor basado en nuestra compresión científica de la realidad mortal. Podría decirse que no hay una, sino muchas muertes. El físico, biólogo e investigador ICREA Ricard Solé nos plantea una aproximación a algunas de estas extinciones: desde la muerte térmica del universo y de los sistemas inanimados hasta la de las ciudades y civilizaciones, los océanos o los robots, pasando por la de nuestro propio cuerpo y mente. Porque, escribir y reflexionar acerca del fin de la vida nos permite comprender mejor la naturaleza de ese principio básico e inevitable, que ha dado forma a nuestra cultura y moldeado nuestros miedos desde que surgió la conciencia y nuestra capacidad de imaginar el futuro.