Durante cuarenta años, Portugal y su inmenso imperio colonial fueron dirigidos por António Salazar, un hombre lleno de contradicciones. Este brillante ensayo recorre las peculiaridades del Estado Novo, desde los años treinta con Hitler, Franco y Mussolini, hasta el final de sus días en los años setenta, marcados por un episodio, tan fascinante como patético, a partir del golpe que el dictador recibió en la cabeza en una visita al callista. Al quedar impedido, se orquestó a su alrededor una impresionante puesta en escena con el fin de ocultarle que ya no era él quien gobernaba. Esta incluía reuniones de gabinete simuladas, visitas de Estado falsas y, sobre todo, un sistema de medios de comunicación hecho a medida para Salazar, con entrevistas en radio y televisión y ejemplares de su diario favorito solo para él.
Exseminarista y creador de un sutil sistema de represión, Salazar se libró de la Segunda Guerra Mundial cediendo bases a los Aliados en las Azores y vendiendo material a los nazis. Se dedicó a construir duras penitenciarías en islas remotas y en antiguas fortalezas medievales, y convirtió Lisboa en una ciudad llena de espías. El régimen corporativista y autoritario que creó fue derrocado por la Revolución de los Claveles, que trajo consigo la vuelta de Portugal a Europa.
En todo el mundo, las democracias se enfrentan a un enemigo nuevo e implacable que no tiene ejercito ni armada; no procede de ningún país que podamos señalar en un mapa, porque no viene de ahí fuera, sino de aquí dentro. En lugar de desafiar a las sociedades libres con la destrucción desde el exterior, amenaza con corroerlas desde el interior. Un peligro como este es esquivo, difícil de identificar, de distinguir, de describir. Todos lo notamos, pero nos cuesta darle nombre. Se derraman ríos de tinta para definir sus elementos y características, pero se nos sigue escapando. Nuestro deber, por tanto, es nombrarlo para así comprenderlo, combatirlo y derrotarlo.
¿Que es este nuevo enemigo que atenta contra nuestra libertad, nuestra prosperidad y hasta nuestra supervivencia como sociedades democráticas? La respuesta es el poder, en una forma nueva y maligna. En todas las epocas ha habido una o más formas de maldad política; la que estamos viviendo hoy es una variante vengativa que imita la democracia al tiempo que la socava y desprecia cualquier limitación. Parece que el poder haya estudiado todos los controles concebidos por las sociedades libre.