El interés de José Ortega y Gasset por la sociología se fue incrementando según avanzaban los años treinta, cristalizándose en la publicación de "El hombre y la gente". Este importante escrito se remonta en sus primeras redacciones a 1934 y 1936, aunque no aparece como texto unitario hasta las primaveras australes de 1939 y 1940 en Buenos Aires. En mayo de 1934 había hablado por primera vez de forma sistemática de un tema que desde entonces será frecuente en sus escritos y que, de una u otra forma, había apuntado ya antes: la comprensión del hombre inmerso en la sociedad y el análisis de la interrelación entre lo individual y «lo social». A finales de 1949 y principios de 1950 el filósofo expuso, en un curso de doce lecciones impartido en Madrid, el conjunto de su pensamiento sociológico y siguió trabajando sobre el manuscrito, casi listo para su publicación cuando la muerte lo sorprendió.
Desde el sobrino de Aristóteles, Calístenes de Olinto, al filósofo francés Albert Lautman, pasando por Hipatia, Plinio el Viejo, Miguel Servet, Descartes, Simone Weil, Spinoza, Olympe de Gouges, Condorcet, Leibniz y tantos otros, la historia de la filosofía está llena de nombres de personas que mantuvieron la entereza en circunstancias que hacían extremadamente difícil guardar fidelidad a las exigencias del pensamiento: personas que rechazaron postulados religiosos, políticos o científicos que no superaban la prueba del recto juicio, fuera cual fuera el peso de la autoridad individual o institucional que los apoyaba. Las biografías de quienes fueron fieles a la razón en diversos contextos pese a la condena de sus contemporáneos ilustran el alcance de la radical apuesta a favor del pensamiento a lo largo de la historia y constituyen, en suma, una incomparable lección viva de moral.
Durante los años noventa Michael Ignatieff recorrió las principales zonas de guerra: Serbia, Croacia y Bosnia; Ruanda, Burundi y Angola; y Afganistán. El honor del guerrero es una brillante reflexión, que resuena hasta nuestros días, sobre lo que presenció en lugares donde la guerra étnica se había convertido en un modo de vida.
En una serie de retratos impactantes (y demasiado extrapolables a la actualidad), el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2024 describe el surgimiento de los nuevos intervencionistas morales —los cooperantes, reporteros, pacificadores, delegados de la Cruz Roja y diplomáticos—, quienes creen que la miseria de otras personas, por lejos que estén, nos concierne a todos. Nos enfrenta a los nuevos guerreros étnicos —los señores de la guerra, los guerrilleros y los paramilitares—, que han incrementado el carácter salvaje y violento de la guerra posmoderna de una forma sin precedentes. Del encuentro de estos dos grupos, extrae conclusiones sorprendentes y alarmantes acerca de la ambigua ética del compromiso, las limitaciones de la justicia moral en un mundo en guerra y el inevitable enfrentamiento entre los que defienden las lealtades tribales y nacionales y los que hablan el lenguaje universal de los derechos humanos.
Uno es liberal, el otro socialista; uno defiende las razones del protocolo, el otro se ha encargado de dinamitar las formalidades de la autoridad; uno es colorado, el otro es de origen blanco; uno es traje y zapatos de suela, el otro, camisa leñadora y botas de trabajo. Los dos pasaron los 80 años de vida. Los dos fueron presidentes de la República Oriental del Uruguay y, por sus diferencias, son dos caras opuestas. Por sus similitudes, son una misma moneda. Les propusimos llevar a cabo una serie de reuniones en un ambiente distendido, para que conversaran sin interferencias. La consigna era no sumergirse en el pasado, terreno ya visitado, sino hablar del país, que atraviesa un momento de peligrosa crispación; y hacerlo mirando hacia el futuro. Ambos aceptaron generosamente el reto y el resultado es este libro, que tiene aspiraciones de vencer la efímera urgencia del debate político. Las reflexiones de estos dos hombres, que en la política y en el ejercicio del poder parecen haberlo visto todo, se enfocan en el reconocimiento de que aquellas cosas que dividen a los seres humanos, no obstan para que estos, como le viene ocurriendo a nuestra especie desde sus orígenes, solo puedan avanzar hacia un mismo lugar: el horizonte.
Después de la Primera Guerra Mundial y con nuevos derechos políticos, las mujeres llegaron a los nuevos y deslumbrantes rascacielos de Manhattan para estrenar su independencia económica. Pero no iban a aceptar menos comodidades de las que disfrutaban los hombres.
Construido en 1927, el hotel Barbizon se diseñó como un lujoso refugio para la «mujer moderna» que deseaba hacer carrera en el mundo del arte. A lo largo de los años, sus casi 700 pequeñas habitaciones alojaron a muchas jóvenes ambiciosas que buscaban alcanzar la fama y la fortuna: entre ellas, a Molly Brown, superviviente del Titanic; a las actrices Grace Kelly, Liza Minnelli, Ali MacGraw y Jaclyn Smith; y a las escritoras Joan Didion, Gael Greene, Diane Johnson y Meg Wolitzer. Sylvia Plath relató su estancia allí en La campana de cristal. Asimismo, la revista Mademoiselle y la escuela de secretariado Katharine Gibbs alojaban allí a sus estudiantes, y la agencia de modelos Ford, a sus jóvenes modelos.
A pesar de que no todas las mujeres que atravesaron las puertas del Barbizon estaban destinadas al éxito, el hotel ofrecía a sus residentes una habitación propia y una vida sin obligaciones familiares: les dio a las mujeres la oportunidad de rehacerse a sí mismas como quisieran.
El humor ha sido un aspecto fundamental del judaísmo e impregna su tradición cultural ya desde el Antiguo Testamento. Jeremy Dauber explora magistralmente los orígenes del humor judío y su evolución hasta nuestros días: mediante el análisis de las formas tradicionales del humor judío—la sátira, el ingenio o la escatología, entre otras—nos descubre que la persecución, el exilio, la asimilación cultural, la religiosidad, la diáspora y la identidad, imprescindibles para explicar la experiencia judía, son los pilares sobre los que se construye su tradición cómica. Asimismo, rastrea el apogeo y el declive de los principales arquetipos humorísticos judíos con la ayuda de maestros de la talla de Sholem Aleichem, Isaac Babel, Franz Kafka, los hermanos Marx, Woody Allen, Joan Rivers, Philip Roth, Mel Brooks, Sarah Silverman y Larry David entre muchos otros. Un ensayo riguroso y divertido que aborda con sentido del humor un asunto tan serio como la historia del pueblo judío y nos recuerda que, en ocasiones, la risa puede restaurar el equilibrio de la cordura.
Joachim Fest reconstruye en este impresionante ensayo, centrado en los últimos días de Hitler en el búnker, unos acontecimientos que significaron el completo hundimiento de una nación, en términos históricos, políticos y humanos. La caída del Tercer Reich en 1945 supuso la culminación de una catástrofe que acabó con innumerables vidas y convulsionó la historia de la humanidad, con una magnitud jamás alcanzada hasta entonces. Lo que sufrieron y soportaron quienes vivieron aquellos tiempos no fueron sólo los inevitables horrores de la derrota. Hitler se empecinó en que su fin conllevara la destrucción de todo el país, sentenciando: «Podemos hundirnos. Pero nos llevaremos a un mundo con nosotros».
Entre los siglos xvii y xix, la Revolución industrial transformó Gran Bretaña de una economía agrícola y artesanal a otra dominada por la industria, dando paso a un crecimiento sin precedentes de la tecnología y el comercio, y situando al país en el centro de la economía mundial. Pero la historia comúnmente aceptada de esta revolución, anclada en imágenes de fábricas de algodón y máquinas de vapor inventadas por genios inigualables, pasa por alto la verdadera raíz de la expansión económica e industrial: la lucrativa contratación militar producto del estado de guerra casi constante del país a lo largo de cien años. La demanda de armas y material bélico que permitió a los ejércitos, armadas, mercenarios, comerciantes, colonos y aventureros británicos conquistar una inmensa porción del globo impulsó a su vez el auge de innumerables industrias asociadas, desde la metalurgia hasta la banca. Este libro pionero traza la vida social y material de las armas británicas a lo largo de un siglo de guerra y violencia casi constantes dentro y fuera del país. Priya Satia ilumina el surgimiento de Gran Bretaña como superpotencia mundial, las raíces del papel del gobierno en el desarrollo económico y los orígenes de los debates de nuestra época sobre el control de armas y la contratación militar.
El Japón es el país de la escritura. En 1970, Roland Barthes dedica una obra al sistema simbólico japonés, en un viaje no por el Japón rela, sino por el de sus signos. Barthes no es el turista que pasea por las calles, degusta la gatronomía o asiste a representaciones teatrales, sino el semiólogo que se afana por interpretar el significado y el significante. El resultado es un tratado sobre el signo, sus reglas y su belleza.
Con El Imperio de los signos, Roland Barthes, uno de los máximos representantes del postestructuralismo francés y uno de los padres de la semiótica moderna, inicia una fase en la que comienza a sentirse escritor, a construir un estilo propio; en palabras del autor: "Este libro es una especie de entrada, no tanto en la novela cuanto en lo novelesco"