En el tercer volumen de los discursos de Cicerón puede apreciarse la evolución de sus habilidades oratorias a lo largo del tiempo. Se incluyen algunos de los discursos más notables de su primera época, centrados en casos de derecho civil de carácter privado, y también otros posteriores de hondo calado político, pronunciados cuando su autor ya era toda una celebridad en Roma. En todos ellos, Cicerón despliega sus recursos retóricos hasta convertirse en figura central del proceso, sea cual sea su finalidad, pero también ofrece una oportunidad única de conocer de primera mano algunos mecanismos del derecho y la política romanos.
Los siete discursos de Marco Tulio Cicerón reunidos en este volumen están marcados por el exilio del orador (58-57 a. C.). Debido a las pugnas políticas que se producían en el Senado entre la oligarquía (de la que era partidario Cicerón) y la facción democrática (liderada por Julio César), los sucesos precipitaron salida del primero de Roma, tras el éxito de los movimientos para aislarlo de su más acérrimo adversario: Publio Clodio. A su vuelta a la capital, Cicerón volvió a ejercer como letrado y en sus discursos y alegatos la sombra del exilio y de la época turbulenta que estaba viviendo la ciudad está siempre presente. Los seis primeros textos los pronunció entre septiembre del 57 y mayo del 56 a. C. El último, En defensa de T. Anio Milón, del año 52, está íntimamente relacionado con los anteriores, ya que Milón fue el asesino de Clodio.
Estados Unidos entra en la segunda guerra mundial en diciembre de 1941, más de dos años después de su inicio. Hasta entonces había asumido la vigilancia del área del Pacífico y suministrado armamento en Europa a los aliados. Roosevelt defendió la neutralidad, con ese significativo matiz, mientras que sus mandatos fomentaron el rearme de Estados Unidos en el marco de una industrialización acelerada que siguió a la recuperación económica del New Deal entre 1933 y 1934. De 1942 a 1945 despliega su potencial carismático para el que sería su último reto: conducir al país durante la guerra hasta traer la paz. Esa perspectiva épica ayuda a entender que el Congreso aceptara los términos inciertos de una economía de guerra cuando Roosevelt los presenta en abril de 1942: subida generalizada de impuestos, topes a los precios y a los alquileres, congelación de salarios y de precios agrícolas, racionamiento de bienes esenciales y emisión masiva de bonos de guerra mediante los que la propia ciudadanía financiaría al estado.