Agricultura, tejeduría, cerámica, metalurgia, altares y sacrificios, escritura, ciudades y Estados constituyen las etapas que las civilizaciones del Viejo y del Nuevo Mundo recorrieron en el mismo orden. En Mesoamérica, el paralelismo también incluye una serie impresionante de técnicas y desarrollos culturales, desde los sellos cilíndricos hasta el moldeo a la cera perdida, desde la introducción del cero hasta figurillas de terracota de animales montados sobre ruedas. ¿Son itinerarios preestablecidos por nuestro acervo genético o son el resultado de antiguos contactos? ¿No puede extraerse acaso de esta pregunta una tesis sólida que esclarecería nuestras esencias históricas?
Los estudiosos persisten en su escepticismo sobre las posibles pruebas de contactos precolombinos entre América y otros continentes y los exiguos heterodoxos no han presentado aún pruebas dignas de su respaldo. Este revelador y revolucionario ensayo aborda el problema con una nueva herramienta extraída de la geografía matemática: el examen de las coordenadas transmitidas por Claudio Ptolomeo constata que asignó a la Tierra unas dimensiones erróneas y permite demostrar que, en la Antigüedad, los océanos no constituían una barrera insalvable, eliminando de base la concepción determinista de la historia.
¿Confundió Ptolomeo las islas Canarias con las Antillas Menores del Caribe? ¿Era Hiparco su fuente? ¿Habían descubierto los cartagineses aquellos lugares ignotos antes que nadie? ¿Qué consecuencias tuvo la conquista del Mediterráneo a manos de Roma en el conocimiento científico de entonces? Y, sobre todo, ¿cuál es la trascendencia real de la cuestión? El físico, matemático e historiador italiano Lucio Russo emprende en La América olvidada un apasionante viaje al encuentro de las claves de nuestra civilización.
En 1980, Bessompierre encuentra a Guy Debord, quien fue a instalarse a Arles, donde se quedará hasta 1987. A partir de la amistad que mantuvieron se le ocurrió la idea de este libro que muestra cómo, en Debord, la vida cotidiana y la relación con los otros era acorde con su pensamiento y sus escritos. Detrás del mito, hay un ser de carne y hueso, que por cierto era portador de un pensamiento magnífico y lúcido, que no vivió su vida como una abstracción. Esta contribución que restituye ?y reencarna? la persona de Debord es una tentativa para reducir la lamentable ignorancia que tenemos a menudo de la existencia de los hombres que marcaron su época y la Historia. El texto está acompañado de fotos y dibujos que el autor realizó en Arles, en Champot (Haute-Loire), en las casas de Guy Debord.
El impacto que las ruinas monumentales de la antigua Roma tienen hoy sobre el visitante no pude ser sino pálido reflejo de lo que sintieron aquellos que las conocieron en su esplendor. ¿Cómo no sentirse deslumbrado, apabullado, insignificante, ante el Coliseo? ¿Cómo no sentirse parte de algo enorme, todopoderoso y eterno, de un imperium sine fine, al visitar los templos del Capitolio o pasar bajo un arco que celebraba victorias conseguidas donde acababa el mundo? ¿Cómo no pensar que el emperador era casi un dios cuando el sol sacaba destellos al coloso de Nerón o cuando disfrutabas de la munificencia de Caracalla en unas suntuosas termas? En Roma, como también actualmente, la arquitectura y el ordenamiento urbano no son inocentes, y este libro muestra el impacto que los edificios y programas edilicios tuvieron sobre la conciencia pública de los romanos, sobre su propia imagen y percepción, y sobre las relaciones entre emperador y súbditos.