¿Sabía usted que los romanos tenían más de sesenta formas de decir 'puta'? ¿No habrá alguna relación entre la palabra 'fuelle' y la palabra 'follar'? ¿Si a usted la llaman 'pelleja', la están insultando o le dicen una palabra etimológicamente afectuosa? ¿Qué tienen que ver el 'fornicar' con una prostituta y la 'hornacina' donde se pone la estatua de una virgen? ¿De dónde viene las palabras 'caca' y 'mierda'? ¿Cómo estaría formada anatómicamente, en la antigua Pompeya, una señorita 'culibonia' ? ¿A quién prefiere usted, a un 'proxeneta' o a un 'xenófobo'? ¿Cuántas faltas de ortografía hay en la expresión "¡Por uebos!"? ¿Había pensado usted alguna vez que las bellas 'orquídeas' tienen un par de cojones?
¿Qué conocimientos sobre la barbarie nazi nos proporciona un videojuego de la Segunda Guerra Mundial? ¿En qué medida contribuyó la avalancha de memes históricos durante las presidenciales estadounidenses de 2016 a cimentar la victoria de Donald Trump? ¿Podemos confiar en las representaciones históricas que se difunden a través de los medios digitales para forjarnos una idea precisa de lo que aconteció en el pasado? Cada vez disponemos de herramientas y tecnologías más sofisticadas para crear, manipular y divulgar imágenes históricas. Sin embargo, a medida que su implantación se extiende y su uso se democratiza, también aumenta el riesgo de que se empleen para reducir el pasado a un mero repertorio de motivos visuales, para deformarlo de acuerdo con algún fin político execrable y, en definitiva, para despojar la experiencia histórica de toda su complejidad.