¿Qué conocimientos sobre la barbarie nazi nos proporciona un videojuego de la Segunda Guerra Mundial? ¿En qué medida contribuyó la avalancha de memes históricos durante las presidenciales estadounidenses de 2016 a cimentar la victoria de Donald Trump? ¿Podemos confiar en las representaciones históricas que se difunden a través de los medios digitales para forjarnos una idea precisa de lo que aconteció en el pasado? Cada vez disponemos de herramientas y tecnologías más sofisticadas para crear, manipular y divulgar imágenes históricas. Sin embargo, a medida que su implantación se extiende y su uso se democratiza, también aumenta el riesgo de que se empleen para reducir el pasado a un mero repertorio de motivos visuales, para deformarlo de acuerdo con algún fin político execrable y, en definitiva, para despojar la experiencia histórica de toda su complejidad.
El castillo de Kronborg, que inspiró a Shakespeare una de las obras cumbres de la literatura universal, es el punto de partida del singular viaje que nos invita a emprender este iluminador libro. A lo largo de sus páginas, la singular voz del narrador conducirá al lector por las sendas que unen pasado y presente de una tradición cultural en crisis, desmantelando así los falsos dogmas que la socavan. El resultado es un texto lúcido, heterogéneo e irreverente en el que temas tan dispares como la literatura de viajes, la lucha de clases, los contrastes entre las sociedades del norte y del sur de Europa, la historia del rock, el consumismo y el deterioro de los valores democráticos tienen cabida. Una obra extraordinaria que aúna literatura e historiografía para desentrañar las claves no sólo del pasado y el presente de Europa, sino también de su porvenir.
¿Sabía usted que los romanos tenían más de sesenta formas de decir 'puta'? ¿No habrá alguna relación entre la palabra 'fuelle' y la palabra 'follar'? ¿Si a usted la llaman 'pelleja', la están insultando o le dicen una palabra etimológicamente afectuosa? ¿Qué tienen que ver el 'fornicar' con una prostituta y la 'hornacina' donde se pone la estatua de una virgen? ¿De dónde viene las palabras 'caca' y 'mierda'? ¿Cómo estaría formada anatómicamente, en la antigua Pompeya, una señorita 'culibonia' ? ¿A quién prefiere usted, a un 'proxeneta' o a un 'xenófobo'? ¿Cuántas faltas de ortografía hay en la expresión "¡Por uebos!"? ¿Había pensado usted alguna vez que las bellas 'orquídeas' tienen un par de cojones?
Tras más de veinte años escuchando con empatía los testimonios -terribles y hermosos- de sus pacientes, el psiquiatra Guillermo Lahera narra en Las palabras de la bestia hermosa, a través del desarrollo de siete casos clínicos, en qué consisten y por qué se producen los principales trastornos mentales y cómo estos definen los aspectos esenciales del ser humano.
Con una prosa tan rigurosa como ágil, que recuerda al mejor Oliver Sacks, Lahera nos descubre un cerebro social, interconectado, narrativo y permeable, una máquina falible de contar historias y de construir la realidad, muy alejada de la idea de simple ordenador biológico o procesador de información. Son los relatos de quienes han pasado por su consulta los que nos revelan sus mecanismos. Y quizá, al llegar a la última página de este libro, algún lector detecte signos de alarma, factores de riesgo y, sobre todo, comprenda que la lucha secreta con la enfermedad mental representa una forma excelsa de humanidad.
A lo largo del siglo xx, el comunismo tomó el poder en Europa del Este y rehizo las ciudades a su imagen y semejanza. Destruyendo la planificación urbana del pasado imperial, se propuso transformar la vida cotidiana. Los amplios bulevares, los épicos rascacielos y las vastas urbanizaciones fueron una declaración enfática de una idea no capitalista. Ahora, los regímenes que los construyeron han desaparecido, pero de Varsovia a Berlín, de Moscú a la Kiev posrevolucionaria, los edificios, su legado más evidente, permanecen. Hatherley, un brillante e ingenioso crítico urbano, nos propone un viaje al mundo perdido de la arquitectura socialista. Muestra cómo se ejercía el poder en estas sociedades, rastreando los bruscos y repentinos zigzags del estilo arquitectónico oficial comunista: el rococó supersticioso y despótico del alto estalinismo, con sus monumentos conmemorativos patrioteros, sus palacios y sus castillos secretos para policías; la obsesión de Alemania del Este por los paneles prefabricados de hormigón; o los metros de Moscú y Praga, una espectacular reivindicación del espacio público que fue más allá de lo que cualquier vanguardia se atrevió a hacer. Es una historia íntima de la Europa comunista del siglo xx contada a través de sus edificios, pero también una importante reflexión sobre el poder y lo que este hace en las ciudades.