En algún momento a mediados de la segunda década del siglo XXI, la política mundial cambió drásticamente. Desde entonces, ha estado guiada por demandas de carácter identitario. Las ideas de nación, religión, raza, género, etnia y clase han sustituido a una noción más amplia e inclusiva de quiénes somos: simples ciudadanos. Hemos construido muros en lugar de puentes. Y el resultado es un creciente sentimiento antiinmigratorio, además de agrias discusiones sobre víctimas y victimarios y el retorno de políticas abiertamente supremacistas y chovinistas.
En Estados Unidos, el declive de las instituciones ha facilitado el auge de una serie de aventureros políticos cuyo nacionalismo económico y tendencias autoritarias amenazan con desestabilizar el orden internacional. Pero también en Europa están surgiendo nacionalismos populistas que buscan una conexión directa y carismática con «el pueblo», que a menudo se defi ne con unos términos identitarios restringidos que dejan fuera a gran parte de la ciudadanía.
Francis Fukuyama, uno de los pensadores políticos más importantes de las últimas décadas, hace un alegato urgente y necesario en defensa de la recuperación de la política en su sentido más elevado y generoso. Un ensayo compacto y combativo sobre la importancia de conformar una idea de identidad que profundice en la democracia en lugar de destruirla.
Historia intelectual de la humanidad
Es difícil calificar un libro que nos ofrece nada menos que el patrimonio intelectual de la humanidad. No se encontrará en sus páginas la majestad de los reyes, o el fragor de las batallas, sino la belleza de las intuiciones, las ideas y las invenciones que, desde la noche de los tiempos ha desarrollado el hombre para mejorar su condición y su vida.
La vida de Jorge Semprún es prácticamente la historia de Europa en el siglo XX, y quizá sea el español que más se acerque a «los desarraigados viajeros del siglo», como Tony Judt describió a los intelectuales. Sin duda, junto a Picasso y García Lorca, es el español del siglo XX con mayor proyección y relevancia internacional.
En esta absorbente biografía Soledad Fox sigue la increíble trayectoria de Semprún, desde su nacimiento en 1923, en una familia de la alta burguesía madrileña; el trauma de la guerra civil y el exilio; el paso por el maquis y la deportación a Buchenwald; la militancia comunista; su reinvención como escritor y guionista tras la tumultuosa salida del PCE; y su paso por el Ministerio de Cultura español en el gobierno de Felipe González.
Con las cámaras de los teléfonos convertidas en apéndices humanos generamos muchas más imágenes de las que podemos consumir, imágenes que nos someten y ante las que, a veces, no queda más que sublevarse. Imágenes que nos degluten y a las que de vez en cuando conviene deglutir. Imágenes que, bajo la alfombra inabarcable de las millones de reproducciones, casi siempre nos ocultan los imaginarios de esta era, que empezó con la nueva derecha poniendo a volar la cabeza sin cuerpo de Lenin sobre el cielo de Berlín y se alarga hasta un presente en el que la nueva izquierda ha echado a cabalgar el cuerpo sin cabeza de Franco en el suelo de Barcelona.
He aquí uno de los textos más remotos de la humanidad: un compendio de sabiduría y, a la vez, un oráculo. Formado en su inicio por una sintética combinación de tres trazos de líneas, continuas y discontinuas, I Ching ofrece un enorme abanico interpretativo que atrajo desde antaño a los antiguos pensadores, quienes lo ampliaron con sus comentarios y lo transformaron en el primero de los libros clásicos del confucionismo. Se convirtió, así, en una obra fundamental del pensamiento que traspasó fronteras hasta Occidente y ayudó a dar forma a nuestra modernidad. Antes como ahora, el Libro de las Mutaciones sigue ejerciendo su fuerza evocadora: ayuda a conocerse mejor a uno mismo y permite que nuestro pensamiento evolucione en la complejidad de la vida.
Pocas cosas suscitan hoy tanto interés como el humor, tal vez porque lo echamos mucho en falta en una sociedad generalmente seria y malhumorada, incapaz de elevarse sobre las cosas con la fina distancia y el placer inteligente que ofrece el humor, capaz de hacernos ver lo oculto, desnudar lo solemne y señalar lo falso. Una categoría, el humor, cuyo carácter y definición se persiguen en este libro (a sabiendas de que es imposible) transitando por libros y autores que le han prestado atención e intentando hacerlo, también, con cierto humor. Un humor que se distingue de lo cómico, lo gracioso o del puro chiste y se convierte en una auténtica posición ante la vida. Algo que tiene más que ver más con el corazón que con la cabeza, como nos recuerda Wenceslao Fernández Flórez, miembro de la generación más brillante de humoristas españoles, un autor que se reivindica y al que se sigue en el desarrollo de este libro. Un humor, por fin, que se rebela frente a la rigidez y el automatismo, como señala Bergson, y que ofrece el consuelo al abatido yo por las penalidades que nos inflige la vida, como no escapó a Freud.
Humano, demasiado humano es un libro que, como el mismo Nietzsche dirá tiempo después, deriva de una transformación interior radical, que él vive como un auténtico proceso de curación de una enfermedad. En esta revisión retrospectiva señala el romanticismo como esa enfermedad de la que llegó a un punto en la vida en que no tuvo más remedio que depurarse. No hay otra manera de entender este libro y esta época, que partiendo de esta experiencia vital convulsiva que está de fondo. Solo a partir de ella se comprenden y cobran sentido sus tesis más arriesgadas.
La situación que hemos vivido ha mostrado los descosidos del sistema educativo y ha puesto de manifiesto lo alejado que este se halla de la realidad. Se ha desvelado la inflexibilidad del currículo: es este el que ha de adaptarse a la realidad, no al revés. Estos meses, al hablar de educación, los verbos que más se han escuchado han sido examinar y evaluar. Es la vida la que nos está poniendo a prueba, y lo que tenemos que evaluar es el sistema. Así que, en lugar de buscar diferentes respuestas a las preguntas de siempre, quizá debamos cambiar las preguntas: ¿qué herramientas necesitan los niños y las niñas? ¿Qué carencias encontramos en la educación que hemos recibido? ¿Servirá lo que hemos vivido para reflexionar o volveremos a la educación prepandemia como si nada hubiera pasado? Tenemos que aprovechar este momento para replantearnos la educación que queremos: si hay algo que está claro, es que todo comienza en la educación.
Inédito hasta ahora, el breve «estudio o meditación» que Carlos Edmundo de Ory dedicó a una de las formas primordiales de su personal imaginario, Humanismo del árbol, fue lentamente gestado y madurado por el poeta desde que lo concibiera por primera vez a comienzos de los años cincuenta. Lirismo, erudición y una temprana conciencia ecológica ―«Volvamos a la Naturaleza. Ella nos enseñará más, mucho más que todos los filósofos del mundo»― se dan la mano en un hermoso y cautivador ensayo que se acoge a la autoridad de presencias tutelares como Dante, Blake, Novalis, Baudelaire, Poe, Thoreau, Whitman, Rimbaud, Lawrence o Michelet, sabiamente glosadas, para proponer un reencuentro con el «alma primitiva» que vio en el bosque un ser vivo y plural, habitado por individuos únicos e irrepetibles cuya «maravilla inagotable escapa a la definición nominalista».