Cuando la vida parece perder su sentido, necesitamos palabras. Cuando sufrimos un duelo, una traición, la soledad o una derrota, buscamos ayuda para recuperar ese sentido. El lenguaje del consuelo fue antaño el gran objeto de estudio de religiosos y filósofos, pero se ha ido desvaneciendo de nuestro vocabulario moderno. Desde el siglo XVI, la humanidad ha tendido a rechazar el alivio proveniente de los textos sagrados para, en su lugar, concentrar su fe en la ciencia, las ideologías y las terapias. Además, como advierte el gran pensador e historiador Michael Ignatieff, «hoy el premio de consolación es el que nadie quiere ganar. Las culturas que persiguen el éxito no prestan mucha atención al fracaso, la pérdida o la muerte. La consolación es para los perdedores».
«Bastó que muriera para que todos los odios se convirtieran en veneración, todas las calumnias en plegarias, todos sus hechos en leyenda. Muerto, ya no era un hombre sino un símbolo. La América Latina se apresuró a convertir en mármol aquella carne demasiado ardiente, y desde entonces no hubo plaza que no estuviera centrada por su imagen, civil y pensativa, o por su efigie ecuestre, alta sobre los Andes. Por fin en el mármol se resolvía lo que en la carne pareció siempre a punto de ocurrir: que el hombre y el caballo se fundieran en una sola cosa.
Aquella existencia, breve como un meteoro, había iluminado el cielo de su tierra y lo había llenado no solo de sobresaltos sino de sueños prodigiosos.»
William Ospina
¿Fanáticos del control, adictos al trabajo o adolescentes malcriados? ¿Cómo eran realmente los emperadores de Roma?
En SPQR, Mary Beard narró la historia milenaria de la antigua Roma. En este nuevo libro centra su atención en los emperadores que gobernaron el Imperio romano para darnos una versión matizada y más precisa de estas glorificadas figuras clásicas. Desde Julio César (asesinado en el 44 a.C.) hasta Alejandro Severo (asesinado en el 235 d.C.), pasando por el loco de Calígula, el monstruoso Nerón y el filósofo Marco Aurelio, Mary Beard recorre la vida y los mitos de los grandes gobernantes romanos y nos plantea grandes preguntas: ¿qué poder real ostentaban los emperadores?, ¿quién movía los hilos entre bambalinas?, ¿cómo se gobernaba un imperio tan vasto?, ¿realmente estaban las paredes de palacio tan manchadas de sangre?
Los dos escritos de Romain Rolland aquí editados, Empédocles de Agrigento (1918) y El relámpago de Spinoza (1924), fueron publicados de manera conjunta en 1931. La unidad temática de ambos textos justifica este criterio integrador, que es el que sigue Pilar Benito Olalla, responsable de una traducción novedosa y muy cuidada.
Los dos textos de Rolland sobre estos memorables filósofos, Empédocles y Spinoza, coinciden en la apropiación entusiasta, ardorosa, de obras que trascienden la contingencia histórica para mostrar su valor y resonancia en la actualidad.
Surge así un deslumbrante juego hermenéutico en el que es una aproximación individual como la de Rolland, marcada por una potente subjetividad, la que desvela aspectos esenciales, hasta ahora ocultos, de la obra de estos autores. Comparece ante el lector una armónica tríada de voces rotundas: la fecunda impronta filosófica de Empédocles y Spinoza, y el peculiar sello lite- rario de Rolland.
La tesis fundamental de Steinbock es que las emociones morales no solo tienen su propia temporalidad sino que permiten formas específicas de evidencia que clarifican el sentido de la personalidad, además de relanzar nociones como libertad, crítica y normatividad.
Esta obra marca una nueva etapa en la investigación fenomenológica. Se desarrolla a partir de una exploración sistemática en torno a lo que Steinbock denomina las «emociones morales», que describe como emociones de la auto-donación (orgullo, vergüenza y culpa), de la posibilidad (arrepentimiento, esperanza y desesperanza) y de la otredad (confianza, amor y humildad). A través de ellas descubre la estructura básica que subyace a las experiencias interpersonales concretas.
La tesis fundamental de Steinbock es que las emociones morales no solo tienen su propia temporalidad sino que permiten formas específicas de evidencia que clarifican el sentido de la personalidad, además de relanzar nociones como libertad, crítica y normatividad. Estas, a su vez, permiten el desarrollo de un nuevo paradigma para afrontar los retos de los imaginarios sociales contemporáneos, más allá de la disputa modernidad/posmodernidad.
Pese a que muchos así lo consideremos, no es lo mismo emoción que sentimientos. Las emociones son vivencias con rostro (miedo, ira, alegría, tristeza, asco, y sorpresa) y las podemos distinguir físicamente. No se aprenden, forma parte de nuestra herencia biológica y son reconocibles por cualquier persona en cualquier parte del mundo. Un ciego de nacimiento nunca ha visto una expresión de miedo o alegría, pero la expresará de una forma común a todos nosotros. Cuando esas emociones básicas se mezclan, se tramitan en el cerebro, se convierten en sentimientos (amor, fe, orgullo, culpa?). Éstos son menos intensos que las emociones, pero mucho más duraderos.
¿Cuál ha sido la única reina madre de dos reyes?
¿Qué reina fumaba en los partos?
¿Qué soberana estuvo a punto de morir por un accidente con el botafumeiro?
¿Qué amuletos se hacían llevar a palacio cuando se producía el parto de una reina?
Pedro Gargantilla y Berta Martín responden a todas estas preguntas, y muchas más, en un recorrido histórico y original a través de los embarazos y partos de las reinas de España. Desde Isabel la Católica hasta doña Letizia, pasando por Juana I de Castilla, María Luisa de Parma o Isabel II, este curioso estudio se sumerge en las vicisitudes que estas mujeres, verdaderos motores de nuestra historia, padecieron durante el embarazo y alumbramiento de aquellos reyes y reinas destinados a regir España.
En el presente ensayo de investigación, Joana Masó y Eric Fassin reivindican el legado de la artista y poeta alemana Elsa von Freytag-Loringhoven (1874-1927) cuya figura los historiadores de las vanguardias olvidaron y no se la reconoció dentro del movimiento esencialmente masculino que fue dadá. Podría decirse que la baronesa von Freytag-Loringhoven dio cuerpo a la vanguardia neoyorquina de principios del siglo XX: creó piezas con objetos encontrados; fue modelo lejos de la figura de una musa y performer en acciones de denuncia contra los postulados artísticos de sus contemporáneos. Llevó a cuestas un momento de la vanguardia que no llegó a hacer historia y del que también participó Marcel Duchamp de manera fugaz: ambos desafiaron la fascinación por la autoría y el mercado del arte.
Cuando Elon Musk era un niño en Sudáfrica, sufría a menudo acoso escolar. Un día un grupo de niños lo empujó por unas escaleras de hormigón y le patearon hasta que su cara se hinchó como una pelota. Pasó una semana en el hospital. Pero las cicatrices físicas fueron insignificantes comparadas con las emocionales, las que le había causado su padre, un canalla, ingeniero carismático y fantasioso. Cuando Elon llegó a casa tras ser dado de alta del hospital, su padre le reprendió. "Tuve que escucharlo durante una hora mientras me gritaba, me llamaba idiota y me decía que era un inútil", recuerda.
El impacto psicológico que su padre le causó perduró. Se convirtió en un joven fuerte pero vulnerable al mismo tiempo.