Una llamada a redescubrir la mejor idea que ha tenido la humanidad
Chris Anderson ha sido testigo de los más importantes hallazgos, inventos e innovaciones tecnológicas de los últimos veinte años. Un día, al recapitular sobre todas las enseñanzas que había extraído a lo largo de su andadura como director de TED Talks, reparó en el hilo que conectaba todas esas grandes lecciones: la generosidad.
Poco después, el colapso del coronavirus lo llevó a explorar los mecanismos del contagio. Fue entonces cuando concluyó que hay algunas pandemias, como la de la generosidad, que pueden llegar a mejorar el mundo. Y que, aunque un acto altruista individual pueda tener poca influencia, si conseguimos hacerlo contagioso producirá una reacción en cadena capaz de impulsar comportamientos positivos a nivel colectivo.
En este inspirador ensayo, Anderson muestra cómo las mismas tecnologías modernas que han servido para alentar conductas tóxicas pueden ser útiles a la hora de amplificar la bondad. Que es posible reaprovechar la conectividad de la que gozamos y la viralidad de las redes sociales para promover conductas positivas.
Generosidad contagiosa es una invitación a repensar internet como una herramienta capaz de unir a la gente en lugar de separarla y de humanizar una sociedad hoy polarizada y egoísta. De llevar a cabo ese paso del yo al nosotros que inspire la confianza recíproca y posibilite la cooperación, que fue lo que permitió el florecimiento de las civilizaciones.
Porque tal y como afirma Anderson —y reza el lema de TED— es esa la idea que, por encima de todas, merece la pena difundir.
El reputado psicólogo social y autor bestseller Jonathan Haidt ha dedicado su carrera a exponer verdades incómodas apoyadas en la evidencia científica dentro de los espacios más delicados: desde comunidades polarizadas por la política y la religión hasta campus universitarios enfrentados en guerras culturales.
Un libro que llega a tiempo
¿Género? ¿Coeducación? He aquí dos conceptos con los que muchas maestras y profesoras llevamos años trabajando, pensando, imaginando, para proponer un conjunto de cambios fundamentales en la educación, para hacerla realmente igualitaria entre niños y niñas, entre chicas y chicos. A menudo hemos oído: ?pero, ¿por qué? La educación ya es igualitaria, ya van a las mismas escuelas, las chicas tienen mejores notas??. Comentarios bien intencionados pero mal informados, porque nosotras sabemos que la educación sigue siendo sesgada, pensada para los chicos, portadora y transmisora de unos géneros estereotipados que perpetúan y naturalizan diferencias y desigualdades entre hombres y mujeres.
Ha llegado el momento de cambiar sistemáticamente la educación. Por suerte, no partimos de cero. El trabajo callado de tantos años ha permitido analizar el cómo y por qué se produce la transmisión de los géneros, y ha permitido también crear modelos de acción para introducir y evaluar los cambios. Es ya una larga historia: el diagnóstico está hecho, por lo menos en gran parte; las soluciones están pensadas, sólo falta aplicarlas profusamente.