Los estudios sobre el gobierno suelen centrarse habitualmente en aspectos de estructura y organización, sin profundizar en cuestiones referidas a la propia acción de gobierno o su filosofía inspiradora: un núcleo problemático que resulta particularmente central tras la emergencia del Estado social intervencionista y su intensa evolución desde mediados del siglo xx.
Tal evolución aparece cuajada de ámbitos de discusión que podrían ubicarse de forma sistemática en torno a tres categorías sucesivas: gobernabilidad, gobernanza y gobermedia. Partiendo de estas categorías es posible entender y analizar más adecuadamente tanto la posición de los ejecutivos en las democracias contemporáneas como sus principales tensiones y contradicciones. La capacidad de programación, la capacidad de respuesta o la presencia virtual de los gobernantes ante la opinión pública se configuran como ejes explicativos de la posición del gobierno en el contexto del Estado intervencionista contemporáneo, permitiendo comprender también algunas de sus encrucijadas.
«¿QUIERE ESTO DECIR QUE YO RECHAZO TODA AUTORIDAD? BORRAD ESE PENSAMIENTO, EN MATERIA DE BOTAS, CONSULTO AL ZAPATERO; EN MATERIA DE CASA, CANALES O CAMINOS, CONSULTO AL ARQUITECTO O AL INGENIERO, PARA ESOS CONOCIMIENTOS ESPECIALES, PIDO LA OPINIÓN A ESOS ESPECIALISTAS, PERO NO PERMITO QUE EL ZAPATERO, NI EL ARQUITECTO, NI EL ESPECIALISTA ME IMPOGA SU AUTORIDAD, LES ESCUCHO LIBREMENTE Y CON TODO EL RESPETO QUE ME MERECE SU INTELIGENCIA, SU CARÁCTER, SU CONOCIMIENTO, RESERVÁNSOME SIEMPRE EL DERECHO INALIENABLE A LA CRÍTICA Y LA CENSURA.»
La historia de cualquier incendio es la historia de un olvido, por eso casi nadie recuerda lo que ocurrió el 29 de abril de 1986. Aquel día la Biblioteca Pública de Los Ángeles amaneció consumida por el fuego, cuatrocientos mil libros se convirtieron en cenizas y otros setecientos mil quedaron irremediablemente dañados. Siete horas ardieron las estanterías y las mesas y los ficheros, pero ningún periódico cubrió la noticia porque al otro lado del mundo, entre los bosques densos de la Unión Soviética, ocurría el mayor accidente nuclear hasta la fecha: Chernóbil.
¿Quién querría quemar una biblioteca? ¿Por qué? Susan Orlean se hizo esas dos preguntas y al poco tiempo entendió que el fuego sería apenas un rastro, una línea punteada sobre la que dibujar su personalísima visión del conocimiento y de las personas que creen en él. La biblioteca en llamas es un homenaje a la lectura y el relato de una periodista obsesionada por encontrar al culpable de un crimen contra la memoria. Una investigación que se extendió más de una década y que a cambio nos revela personajes desopilantes, inverosímiles y tiernos.