Diccionario provisional de pérdidas es sin duda el ensayo más ambicioso de Miguel Albero. Estamos ante un diccionario que se lee, no se consulta, como nos informa el autor en el prólogo, donde además nos propone una lectura no lineal del mismo o, como él lo llama, «marcarse un Rayuela», yendo de una en- trada a otra en función de su afinidad semántica.
Desde la primera entrada (A. Pérdida de cuanto sigue) a la última (UBICUIDAD. Pérdida de la localización), el lector asiste a un festival de pérdidas, de las más evidentes (AMNESIA. Pérdida de la memoria) a las más sutiles (CASI. Pérdida del todo), de las más tremendas (APOCALIPSIS. Pérdida del futuro) a las más surreales (PERDIDA. Pér- dida de la tilde de pérdida), de los inexistentes PARAÍSOS PERDI- DOS al maravilloso SALÓN DE LOS PASOS PERDIDOS. Piérdase pues el lector en este libro, no le defraudará.
Hay dos mundos que coexisten gracias a la fuerza de lo secreto: uno ficticio, en el que los gobiernos intentan defender los valores de los ciudadanos y los derechos democráticos, y otro real, en el que se mezclan los intereses del Estado y de las élites económicas. Esta obra es una ventana al mundo real, aquel en que los políticos y los servicios de inteligencia y seguridad nacional se codean con organizaciones criminales, y en el que las agencias de control financiero contribuyen a la opacidad de cuentas de multimillonarios, dictadores y mafiosos cuyo dinero corrupto está socavando las instituciones.
Desde la City de Londres hasta Ginebra, de Rusia a Kazajistán, pasando por Zimbabue, Canadá, el Congo?, el recorrido de esta obra nos muestra no solo los entresijos del dinero turbio, sino también los nexos entre quienes operan y se enriquecen con ese capital ilícito. Narrado como un thriller, este libro revela de manera asombrosa la red de dinero negro que inunda la economía mundial, una lectura imprescindible en tiempos de evasión fiscal, blanqueo de capitales y tráfico de influencias.