Testigo de excepción de los acontecimientos cruciales de finales del siglo xx y principios del xxi, Jon Lee Anderson es el célebre reportero de The New Yorker cuyas crónicas fundamentales reunimos por primera vez, en dos volúmenes, en el sello Debate. Este primer tomo, dedicado a las guerras y los conflictos de Asia, Oriente Medio, África y Latinoamérica, así como al análisis de las esferas de la política y el poder, conforma una ambiciosa introducción tanto a los grandes temas geopolíticos que han marcado las últimas cinco décadas como una completísima muestra de la carrera periodística del autor.
Considerado el heredero natural de Ryszard Kapuciski, los reportajes de Jon Lee Anderson, además de mostrar una brillante dimensión literaria, son un fascinante reflejo del clima sociopolítico de nuestra época, pero también el valioso testimonio de un periodista comprometido con la verdad y dispuesto a participar en la historia.
«El tópico más rancio afirma que los periodistas son testigos de los acontecimientos; puede parecer a casi todos un anacronismo y acaso, en efecto, un solecismo moral. Pero el cometido del periodismo bien hecho consiste ciertamente en ser un testigo y no un fiscal; y en ese sentido Anderson, a diferencia de innumerables colegas, se ha mantenido fiel a su vocación».
David Rieff
Testigo de excepción de los acontecimientos cruciales de finales del siglo xx y principios del xxi y un referente mundial en el arte del perfil periodístico, Jon Lee Anderson es el célebre reportero de The New Yorker cuyas crónicas fundamentales reunimos por primera vez, en dos volúmenes, en el sello Debate. En este segundo tomo aparecen algunas de las figuras más relevantes, y en ocasiones controvertidas del último medio siglo desde el Che Guevara hasta Gabriel Boric, pasando por el rey Juan Carlos I, Gabriel García Márquez, Augusto Pinochet o Muamar el Gadafi , así como otro tema esencial en la obra de Anderson: el impacto del hombre en la naturaleza. Crónicas en su mayoría inéditas en español y que son pequeñas obras de arte.
Considerado el heredero natural de Ryszard Kapuciski, los reportajes y perfiles de Jon Lee Anderson, además de mostrar una brillante dimensión literaria, son un fascinante reflejo del clima sociopolítico de nuestra época, pero también el valioso testimonio de un periodista comprometido con la verdad y dispuesto a participar en la historia.
Extraordinaria autobiografía vital e intelectual de uno de los grandes filósofos de nuestro tiempo.
Daniel Dennett, preeminente filósofo y científico cognitivo, dedicó su larga carrera a descifrar los misterios más espinosos y fundamentales de la mente. ¿Tenemos libre albedrío? ¿Qué es la conciencia y cómo surgió? ¿Qué distingue la mente humana de la de los animales? Sus respuestas han marcado profundamente nuestra era de pensamiento filosófico. He estado pensando traza el desarrollo del intelecto del propio Dennett y nos instruye sobre cómo podemos convertirnos cada uno de nosotros en buenos pensadores.
La incesante curiosidad de Dennett le lleva de su infancia en Beirut y las aulas de Harvard, Oxford y Tufts, a «cruceros cognitivos» en veleros, a los campos de Maine, y a grupos de reflexión de todo el mundo. Por el camino, se encuentra y debate con una serie de pensadores legendarios ―Douglas Hofstadter, Marvin Minsky, Gilbert Ryle, Stephen Jay Gould, entre otros― y revela los avances y errores de juicio que dieron forma a sus teorías. Pensar, sostiene Dennett, es difícil y arriesgado. De hecho, todo buen pensamiento filosófico va acompañado de desconcierto y solo cuando nos equivocamos encontramos, muy de vez en cuando, la manera de acertar.
Estamos hechos de tiempo, habitados por tiempos múltiples y heterogéneos que se cruzan, se interfieren, se entremezclan… La política, según Zenia Yébenes, tiene que dar cuenta de ello. La memoria, entendida como la inscripción y transmisión de distintos ritmos de tiempo de vida y de materia, se constituye como un elemento crucial que modifica nuestra relación con el mundo, transformando así nuestro modo de percibirlo. El hilo conductor de estas páginas es, entonces, la articulación del tiempo y el imaginario como aquello que permanece aún impensado en la relación de lo humano con la vida y la Tierra, bios y geos. Zenia Yébenes propone imaginar otro modo de política que contemple las diferentes formas de tiempo de las que estamos hechos. Tiempos que no sean los de la nostalgia del origen perdido ni los de la memoria traumática ni únicamente los de la memoria como ejercicio deliberado y crítico. Necesitamos otra forma de mirar lo que nos constituye: el día a día, lo ordinario, la inquietante intimidad con el tiempo de los animales, el tiempo de los muertos y también el tiempo de los dioses.
Hegel es hoy un filósofo incómodo. Incomoda la secreta vigencia de su pensamiento, su condición de rocoso contemporáneo clandestino contra el que, antes o después, topa cualquier filósofo vivo. Incomoda su prosa, inextricable para el lector común y extenuante para los iniciados. Incomoda la lucidez y crueldad de sus ideas, nada edificantes y completamente inservibles para manuales de autoayuda. Incomoda su defensa del trabajo filosófico como un descenso al infierno antes que como un camino de salvación.
Lejos de ser un estudio corriente, Hegel y el cerebro conectado nos muestra nuestro mundo actual bajo una perspectiva hegeliana. Slavoj Žižek analiza las consecuencias de la creación de un vínculo entre nuestros procesos mentales y una máquina digital y explora el concepto de singularidad al que da lugar el hecho de compartir con otras personas nuestras experiencias y pensamientos. El autor profundiza en la cuestión de cómo esto influye en nuestra experiencia y nuestra condición de seres humanos libres, explorando lo que sucede con el espíritu humano, con nuestra subjetividad y con la esencia misma de ser humanos cuando una máquina puede leer, procesar y descomponer nuestros pensamientos.
Con su característico brío y entusiasmo, Žižek pone a Hegel en relación con el mundo en el que vivimos y nos muestra por qué es mucho más interesante de lo que la gente cree, y por qué el siglo XXI podría ser hegeliano.