En 1972, la mitad de los estadounidenses estaban de acuerdo en que se podía confiar en la mayor parte de la población; en 2018, esta cifra había descendido a un tercio: las diferentes generaciones, de todos los géneros, religiones y partidos políticos, creen que la virtud humana está desapareciendo.
El cinismo es una respuesta comprensible a un mundo lleno de injusticia y desigualdad. No obstante, en muchos casos, está fuera de lugar. Docenas de estudios demuestran que la gente no llega a asimilar hasta qué punto los demás son amables, generosos y comprensivos; y este pensamiento cínico profundiza los problemas sociales: cuando esperamos lo peor de los demás, a menudo alentamos ese comportamiento.
En nuestra sociedad, incluso en el discurso público y en los enfrentamientos geopolíticos parece imponerse de nuevo la violencia. ¿Debemos resignarnos? ¿Es ingenuo desear un futuro más pacífico? ¿Puede la política y la ética marcar el rumbo hacia una vida más feliz? El autor, profesor de filosofía y comprometido en la vida política en su país, organiza conferencias que reúnen anualmente a miles de espectadores. Por primera vez plasma este proyecto en un libro, con tres contenidos principales en torno a la esperanza: un mundo sin violencia, la posibilidad del progreso y la búsqueda de la felicidad. Apoyándose en los clásicos y con el tono reflexivo y educativo de sus intervenciones, Bellamy nos ofrece la oportunidad de replantear el rumbo de nuestras vidas y encontrar nuestro verdadero lugar en la historia.
Este manual pretende proyectar un rayo de luz enfocado en una especial condición de los que siguen a Jesucristo como Señor y Salvador. Se concibe y se ofrece con la finalidad de ayudar a ver y entender mejor la condición mística de la espiritualidad del alma del cristiano; en vista de que, es allí donde apropiadamente reposa quietud y paz. Se trata de exponer la condición propia de personas de sentimiento y presencia regocijante; busca mostrar que el Espíritu Santo dinamiza la fe, amplia el espacio de la esperanza, estrecha los lazos de la comunidad, incentiva el gozo al corazón sencillo y aporta regocijo en el Señor (Filipenses 4:4); motiva la belleza interior y da fuerza para ascender el vuelo que nos permita alcanzar la cima de la altura celestial.