Después de Filosofía en la calle, Eduardo Infante nos vuelve a citar en el ágora de la reflexión, el debate y las grandes preguntas.
La ética es una disciplina peligrosa y subversiva, capaz de cuestionar profundamente las normas establecidas. En la Antigua Grecia, era un ejercicio de pensamiento que se practicaba en las calles, pues todo el mundo tenía derecho a opinar. Ética en la calle pretende recuperar ese cuestionamiento de las creencias y los valores para crear una plaza pública virtual que permita a los lectores dialogar entorno a preguntas que nos formulamos hoy en día: explorar qué significa vivir una vida digna y buena, qué es el bien y el mal, cuáles son los límites que nos plantea la ingeniería genética o la inteligencia artificial, entre otros.
Cada capítulo plantea un reto filosófico y ofrece varias respuestas para fomentar el debate y la reflexión en colaboración con otros: ¿Un anciano con Alzheimer sigue siendo culpable por unos crímenes que no recuerda que cometió? ¿Es el género una invención social? Con la ayuda de los grandes pensadores de la ética y del mejor cine clásico, podremos evaluar las alternativas y juzgar cual de ellas es más justa.
Con una población cada vez más longeva y un abanico de posibilidades más amplio para intervenir en nuestra biología, los problemas éticos que entraña la práctica médica han dejado de interesar solo a los profesionales de la salud y han pasado a ser objeto de inquietud y debate para la opinión pública. Esta breve introducción explora las cuestiones morales más controvertidas relacionadas con la atención sanitaria. Algunas de ellas, como la eutanasia, son muy antiguas, mientras que otras han surgido a raíz de los avances más recientes en tecnología médica. Michel Dunn y Tony Hope nos proporcionan las herramientas necesarias para un razonamiento ético, de manera que podamos analizar los dilemas a los que la medicina actual nos enfrenta a diario y tomar las decisiones más adecuadas.
La inteligencia artificial ha nacido cargada de promesas y de amenazas, suscitando a la vez entusiasmos y recelos. Tanto los entusiastas como los temerosos reclaman dotarla de ética para defender y empoderar a los seres humanos y a la naturaleza; algunos incluso aseguran que podremos acabar con las enfermedades, la muerte y crear una especie superior que inaugure un mundo de paz y felicidad.
Ante esta visión tan optimista, ¿hablamos de «ética» o de «ideoogía»? ¿No se está dando por ciencia lo que no lo es para atraer suculentas inversiones, o incluso ganar en la competencia por el poder mundial? Y todo ello mientras en el espacio público triunfa la razón estratégica y se produce el eclipse de la razón comunicativa. Es ésta una pésima noticia si queremos fortalecer la democracia, que está en peligro en el contexto mundial. Y, por supuesto, en España, Europa y América Latina.